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Cuarto Piquete |
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Editorial publicado en la Revista Telemundo el 25 de agosto 2025 |
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Un poco nervioso, el paciente entró a la zona de Laboratorios. Debía tomarse una prueba de sangre, lo que no es muy de su agrado por una razón especial: sus venas prácticamente no son visibles a simple viste. No le da miedo que le saquen sangre en un laboratorio, le da terror que el especialista tenga mal tino o de plano sea inexperto o no esté capacitado. En varias ocasiones, entre desconcertado y con cierto enojo, se ha tenido que salir de laboratorios porque fue picoteado con la aguja sin medida y sin suerte. Por cierto, a la especialista en tomar pruebas de sangre de laboratorio se le llama Flebotomista.
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Llegó al mostrador del Laboratorio de Análisis Clínico y pidió su turno. Después de unos 5 minutos una joven le llamó por su nombre y le pidió pasar a la salita donde toman las muestras. Pasó al pequeño espacio y se sentó, se quitó la camisa, ya conoce el protocolo. Le aclaró de inmediato a la Flebotomista: “Mire, yo soy muy difícil para que me saquen sangre, han fallado en muchas ocasiones. Le pido no se ofenda, si está segura que puede hacerlo, adelante. Tiene toda mi confianza”.
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La especialista en tomas de sangre lo miró a los ojos y le dijo: "lo entiendo, esto de sacar sangre guarda sus dificultades, hay que saber cómo hacerlo. Se debe sentir la vena y también lo ideal es verla, pero se puede fallar. Yo tengo mi método, y sé que al no tener puntería la tensión sube. Doy un primer piquete, y en el 90 por ciento de las veces atino. Si no doy en el blanco, voy por un segundo piquete. Sé que el promedio de puntería en un segundo piquete baja hasta 75 por ciento. Hay que concentrarse más porque el paciente se incomoda, y sé que eso es normal. Si por alguna razón no encuentro la vena en el segundo piquete, me animo siempre a un tercer piquete, a sabiendas de que el porcentaje de éxito cae al 50 por ciento. Y le diré por qué va bajando la posibilidad de encontrar la vena luego de que se falla dos veces: es que los nervios empiezan a traicionar, la tensión sube demasiado. Los pacientes ya incluso se molestan, desconfían y hasta lloran antes de entrar con la aguja por tercera vez. Esa atmósfera ya se vuelve de película de miedo. Pero aún así, intento el tercer piquete. En caso de que no lo consiga, todavía tomo el riesgo de ir por el famoso Cuarto Piquete. Ahí sí, es como tirar un penal en un Mundial, aventarse el clavado desde el trampolín más alto por la medalla de oro en las Olimpiadas, o atrapar la bola que se va de homerun justo brincando en la mera orilla de la barda que está a más de tres metros de altura, con todo el público del estadio concentrado viendo la escena. Ese Cuarto Piquete provoca que todo se quede en silencio. Siento que los pacientes en ese instante me ven con un deseo muy especial: quisieran fuera milagrosa. Pero la probabilidad de que todo salga bien con el Cuarto Piquete escasamente es del 25 por ciento, no más. O sea, de cada 100 veces, solo en 25 ocasiones se logra el Cuarto Piquete, entonces la sangre corre al tubito (Vacutainer) y todos contentos.
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Y le soy sincera, ya el Quinto Piquete nunca lo intento. Aunque sé que en el fut americano, dicen que se necesitan el segundo, tercer, cuarto, quinto esfuerzo y los que sean. Claro que todo el tiempo tengo en la mente a Kalimán, con su famosa frase: serenidad y paciencia. Y también me acuerdo de la Nasa: lograron aterrizar en la Luna con todo y astronautas hasta su cohete Apolo XI. Me gusta mucho esa frase que dice algo así: los obstáculos están ahí para brincarlos. ¡Vamos por el primer piquete! (JAFF)
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