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JOSÉ CARLOS RUÍZ
La mejor decisión de mi vida es ser actor. Me siento muy feliz
Publicada en la Revista no. 146 el 08 de diciembre 2015
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Por José Antonio Fernández Fernández

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José Carlos Ruíz ganó el premio al Mejor Actor del XVII Festival Pantalla de Cristal por su papel protagónico en la película En el último trago, bajo la dirección de Jack Zagha, y también obtuvo el premio a la Mejor Narración por el documental México en la Edad de Hielo, producción de Canal Once dirigida por Fabricio Feduchy.
La película En el último trago se trata de una historia entrañable que manda un mensaje nítido: la vida se mueve por inspiraciones propias o por mandatos que marcan el alma, de los que solo se puede escapar cuando se cumplen los deseos del otro que a su vez se convierten en compromisos de sangre. En este caso la historia la mueve un mandato bueno, un compromiso romántico que tiene un gran amigo con el genial autor José Alfredo Jiménez. La pretensión encierra también un deseo de fama.
En la película En el último Trago, el actor José Carlos Ruíz da una demostración magistral con su personaje Emiliano de cómo hacer comedia efectiva en pantalla sin necesidad de pastelazos o groserías que impacten un instante. Mantiene de principio
a fin el mando de la película. El director Jack Zagha acertó al rodear a Emiliano (José Carlos Ruíz) de personajes y situaciones que lo tocan para impulsarlo. Como en los cuentos de niños se va encontrado con hadas y "ayudantes" que le empujan para cumplir con un destino que le es imposible evadir.
José Carlos Ruíz ha ganado 5 premios Ariel, por las cintas Dos crímenes, Goitia, Tocha Machetes (también premio Ace), Fuego en el mar y Vidas Errantes. Fue Nominado por los largometrajes ¿Nos traicionará el Presidente? y El tres de copas.

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José Carlos Ruíz nació en Zacatecas en 1936. Interpretó a Benito Juárez en la telenovela histórica El Carruaje, súper producción de Televisa en la que estuvo al frente Miguel Alemán Velasco. Ese Benito Juárez creado por José Carlos Ruíz es sin la menor duda el mejor por mucho de la historia del cine y la televisión de México. Encontró la manera de llevar espíritu, ánimo y fuerza de Benito Juárez con tanto poder en pantalla, que cuando Ruíz salía a la calle había gente que se le acercaba para pedirle ayuda, como si en verdad tuvieran frente a ellos al Presidente de México.

José Antonio Fernández: ¿Cuáles son las mejores decisiones que ha tomado en su vida?
José Carlos Ruíz:
Sin la menor duda, el ser actor.
Yo fui un niño muy solo, muy abandonado. Me quedé huérfano muy chamaco. No tenía asideros en amiguitas, ni amiguitos y tampoco ternura familiar.
Debo decir que mi padre me llevaba al cine desde que yo era muy chiquillo, recuerdo películas que vi desde los cuatro años de edad, como El Imperio Submarino. Tiempo después vi Tarzán, inolvidable producción que fue famosa en el mundo entero.
Cuando mis padres murieron me vi en el desierto, en una pobreza absoluta. Cerca de mi casa había un cine, sin dinero yo me paraba en la entrada. El boletero intuía que mi intención era entrar y le estoy agradecido de por vida porque me abrió la puerta.
Cuando yo entraba a ese cine olvidada absolutamente todo lo que sucedía en el exterior y con mi vida, mi orfandad, mi pobreza y mi soledad. Yo era infinitamente feliz al entrar a ese cine. Ya dentro de la sala, en una función yo era Humprey Bogart y en otra Errol Flynn, y todas sus novias eran mis novias. Yo era el héroe o el villano de la película, según me acomodaba en
cada historia.
Si veía una película de Jorge Negrete, yo salía a caballo cantando ¡Ay Jalisco no te rajes!

José Antonio Fernández: ¿Imaginó alguna vez dentro de esa mágica sala de cine que sería actor?
José Carlos Ruíz:
No, nunca. En ese entonces yo solo "vivía" las historias que se proyectaban en pantalla. Mi sueño no iba más allá.
En esa sala de cine encontré a mi familia y alegría. Viajé por todo el mundo, conocí cualquier cantidad de lugares extraordinarios.
En ese entonces, con 50 centavos era yo el hombre más feliz de la tierra. Me alcanzaba para comprar una telera bien grande de 5 centavos, una enchilada de 5 centavos, otros 5 para pepitas y 5 centavos más para un tepache. La entrada al cine (solo algunas veces entré gratis) era de 30 centavos en galería, y ya sentado en la butaca a viajar por todo el planeta.

José Antonio Fernández: ¿Y en qué momento conectó con la posibilidad de convertirse en ser actor?
José Carlos Ruíz:
Al cumplir 18 años yo me inscribí en una escuela de iniciación artística, ya tocaba la guitarra. Una mañana mi maestro no llegó, entonces sucedió algo especial: vi a una joven muy bonita pasar frente a mis ojos, caminaba por uno de los pasillos. La seguí. Entró en un pequeño teatro al que entre yo también, me quedé en la puerta observando. Unos minutos después ella apareció en el escenario y empezó a actuar en un ensayo con otro muchacho. Me cautivó ver eso, estaba viendo en vivo lo que muchas veces disfruté dentro de la sala de cine. ¡Qué maravilla!
Desde entonces ahí me quedé, en ese encerrón de clase para siempre. Es lo que hago, es mi vida y me da muchísima felicidad ser actor.
Por esa escuela de iniciación artística es que logré llegar a Bellas Artes, me inscribieron en un curso de fin de clase. Un premio extraordinario para mí. Yo no conocía la sala del gran Palacio, el impacto lo tengo
grabado en mi mente. Representamos la obra El hierro candente, de Villaurrutia. Interpreté el papel protagónico.

José Antonio Fernández: ¿Cómo fue esa primera función como actor en Bellas Artes?
José Carlos Ruíz:
Antes de salir a escena yo estaba tocando la guitarra, cuando mi profesor me dijo:
"ya deja esa guitarra, cálmate". Le respondí que no estaba nervioso, que me sentía tranquilo.
Salí al escenario de Bellas Artes con la sala totalmente llena. Cuando debía empezar mi parlamento, no recordé absolutamente nada, se me olvidó todo. Debo aclararte que yo tomé el papel protagónico porque no confiaban en otro actor debido a que él bebía mucho, imagínate lo que es el destino.
Esa noche en el escenario olvidé mi nombre, mi patria, mi religión y obviamente el texto. Mi mente se puso en blanco. Recuerdo que mis compañeros en escena me decían: "habla Román", porque así se llamaba mi personaje. Pero yo no respondía, me puse a contar a los espectadores que esperaban en sus asientos que la obra continuara. Luego de un tiempo que quizá fueron solo segundos, para mí toda una eternidad, algo sucedió que empecé a hablar.
Hice mi personaje y a las dos semanas recibí una gran noticia: me dieron la beca Bellas Artes. Fue todo un acontecimiento para mí.

José Antonio Fernández: ¿Qué representó estudiar en Bellas Artes en ese momento inicial de su carrera?
José Carlos Ruíz:
Bellas Artes fue mi útero.
Yo llegaba a las nueve en punto de la mañana con mi torta y mi refresco y salía a las 9 de la noche. Ahí conocí a Carlos Chávez, Jean-Louis Barrault, Madeleine Renoir, Jean Vilar, Vittorio Gassman y muchos más. Con algunos llegue a trabaja como comparsa. En Bellas Artes fui el hombre más feliz del mundo.

José Antonio Fernández: ¿Cómo un actor le puede dar "salsa" a su personaje? Entendiendo la palabra "salsa" como la comprendemos los mexicanos: nos divierte, enchila, destantea, llena súbitamente de vida y da energía en un instante.
José Carlos Ruíz:
No tengo una receta, todo depende del personaje. No es posible dar una receta para apretar un tornillo aquí y aflojar una tuerca allá.
Yo por lo general siempre busco esos personajes que dejan algo, y a partir de eso debo memorizarlo y también imaginarlo.
Para darle vida a un personaje me voy a la calle, es lo que yo llamo "ir de cacería". Busco en la calles a alguien que se parezca a mi personaje. Cuando siento que le encuentro lo observo, me acerco y le hago plática. Puedo preguntarle la hora o cualquier otra cosa. Veo cómo viste y sus modales.
Y también busco que mi personaje tenga esa jiribilla, como usted dice la "salsa", la sal.
Lo más importante es que yo como actor sirva al personaje, es la actitud de donde emana todo.
Yo siempre he servido al personaje, no me sirvo de los personajes.

José Antonio Fernández: ¿Qué significa servir al personaje?
José Carlos Ruíz:
Los actores que se sirven de los personajes siempre son ellos, los mismos, sin importar el papel que representen. Lo mío no es por ahí.
A mí no me gusta ni estoy de acuerdo en que yo esté por encima del personaje, de eso no se trata ser actor. Servir al personaje es prestarle mi cuerpo, mi voz, mi inteligencia y creatividad para que el personaje vibre y brille en escena. Sea, esté vivo.
Es actor quien se desnuda para hacer un nuevo personaje. Si yo ayer hice Juan Diego con mucho éxito, de nada me servirá cuando interprete a Pancho Villa.
El actor siempre parte de cero, todas las noches, todas las veces que se presenta en el escenario se da un momento de inicio, aún cuando esté participando en la misma obra. Por eso, digo yo, nadie puede graduarse como actor, esto siempre es un inicio.
Siempre desnudo, el actor debe vestirse con la ropa del personaje y con su piel, su emoción, sus sentimientos, su sangre, su historia y su inteligencia o tontería.
Mi respuesta a su pregunta la doy pensando en la mística del actor. No debe importarle si es primero, segundo o tercer actor, si le toca llevar el papel protagónico o solo entra en algunas escenas. Lo que importa es la representación, la creación del personaje.
Lo que es relevante y lo reitero, es que el actor esté siempre a la disposición de su personaje.

José Antonio Fernández: ¿Se vale que un actor le diga NO a un director? Me refiero a decirle un NO a una indicación.
José Carlos Ruíz:
Sí se vale, aunque yo prácticamente no he requerido decir ese no.
Yo he tenido la oportunidad de trabajar con grandes directores, Felipe Cazals es uno de mis favoritos, también Jorge Fons y lo fue Raúl Araiza.
He tenido mucha suerte con los directores jóvenes, cada uno me ha dado un Ariel, y ahora Jack Zagha me da un premio Pantalla de Cristal y Fabricio Feduchy otro por el documental La edad de Hielo.
Juan Antonio de la Riva me dio un Ariel con vidas errantes, su primer largometraje. Diego López me dio otro Ariel con su segunda película, Goitia. Después con Araiza hice Fuego en el mar, por la que recibí otro Ariel, y con Toña Machetes me llevé un Ariel más.
El director Roberto Sneider me invitó a Dos crímenes, su primera cinta, y me otorgaron otro Ariel.
Lo que yo hago al aceptar una producción es dialogar con el director. De entrada sé que son dos puntos de vista diferentes, pero nuestra obligación, de los dos, es hacerle caso al autor de la historia, ahí está la clave. Después, director y actor debenbuscar una avenencia para que naveguen por un mismo canal, no puede ser incompatible la idea del actor con la del director.
Hay que platicar mucho, no se trata de convencer uno al otro, sino de encontrar una verdad que le vaya mejor a un personaje.

José Antonio Fernández: ¿Hay indicaciones claves de directores que le acompañan desde que las recibió?
José Carlos Ruíz:
Es muy importante comprender que cada indicación de un director sirve para ese día y para ese personaje.
Si hoy hago Pancho Villa, seguramente el director me dirá: "lo quiero bronco, fuerte, con mirada de tigre, que se le note el peso de las cananas". Pero si mi papel al otro día es Juan Diego, que es la humildad y la creencia, todas esas indicaciones que recibí de un director para mi personaje Pancho Villa de nada me servirán con Juan Diego.
Por supuesto, conforme pasa el tiempo la experiencia actoral va allandando caminos que cuando se empieza en este oficio son muy pedregosos. Se pueden ir conociendo caminos más fáciles para llegar al personaje, pero aclaro que esa facilidad jamás resuelve al personaje. Hay que tener cuidado y no confiarse jamás. Jamás.

José Antonio Fernández: ¿En algún momento un actor llega a sentir que logró ya el personaje, que ya lo trae dentro de sí? ¿Se da ese instante?
José Carlos Ruíz:
Yo creo que el personaje nunca está al cien por ciento, no es posible.
Yo hice muchas obras de teatro difíciles como son las de Shakespeare y Chejov. Cuando se dan los ensayos se afinan todos los detalles, todos trabajamos duro para llegar a la primera función. Entonces es común que haya personas en el público que se rían en escenas no programadas o que se distraigan en algún pasaje muy importante. Entonces el actor y el director toman en cuenta las reacciones y pueden corregir. Pero esa corrección es posible que no encuentre la reacción
debida en una nueva función, y así sucesivamente.
Esto no tiene fin.
No hay que perder de vista que quien le da el toque final al personaje es el público.

José Antonio Fernández: ¿El actor debe hacerle caso al público?
José Carlos Ruíz:
Hay una puesta en escena que uno debe respetar, una geografía y una tonalidad emanada de todo el grupo actoral. Esto es como un coro, si alguien canta en otro tono puede poner fuera de tono a toda la obra, el público se da cuenta. Considere que los actores también tienen una vida, si el día anterior se desvelaron o bebieron de más, o si tienen problemas familiares o deudas impagables, todo cambia. Todo influye en su interpretación.
Si a un actor se le acaba de morir su mamá, imposible que esté en todos sus cabales para interpretar Hamlet o cualquier otro papel. En alguna medida estará pensando en su madre.

José Antonio Fernández: En la película En el último trago de Jack Zagha, se siente de principio a fin que Emiliano, su papel en el largometraje, toma en su manos la historia de principio a fin.
José Carlos Ruíz:
Sí lo sentí así.
Emiliano es un personaje sencillo, no tiene mayores problemas, no hay telarañas en su mente ni mayores emociones encontradas. Su objetivo es único: cumplir el mandato de su amigo, su última voluntad, que es llevar una servilleta al museo de José Alfredo Jiménez que contiene escrito algo muy importante para su gran amigo, tanto que se convencen que debe ser enmarcada y colgada en una de sus salas.
La ventaja de este personaje es que tiene muchas características muy bonitas que lo enriquecen, le dan una simpatía: toca la guitarra, es el explosivo del grupo de amigos, viaja en aplanadora, es también el negociador y quien tiene que cumplir el encargo a como dé lugar. Además existe una especie de novia en su vida.
El director Jack Zagha es un hombre inteligente, sabía bien qué quería.
La dificultad para mí es que tuve compañeros actores que se manejan en otra cuerda de actuación, tienen otra forma de solucionar su trabajo. Por ejemplo, Chatanuga es un excelente sketchista, él hace teatro de comedia y de revista. Eduardo Manzano tiene la escuela de Los Polivoces, que fueron muy importantes en la comedia en televisión. Aclaro: no estoy diciendo que no tienen rigor, pero sí es un rigor diferente. Ellos actuan de forma muy suelta, muy desorganizada.
Ahí fue donde el director Jack Zagha tuvo la inteligencia de meternos a todos a una tonalidad para que no se botara uno por un lado y el otro por allá.

José Antonio Fernández: ¿Cómo se da la relación de José Carlos Ruíz con la cámara, con el lente? Me refiero a la relación entre el actor y el fotógrafo.
José Carlos Ruíz:
Yo nunca le he dado una lana al fotógrafo para que me proteja (bromea).
Yo creo que cada quien tiene un rol en la vida.
El encuadre y la posición de cámara es del director, y ya actor y fotógrafo tenemos la obligación de hacer lo mejor dentro de esas indicaciones del director.

José Antonio Fernández: También con el director Jack Zagha, interpretó al protagonista en Almacenados. ¿Le exigió más el personaje de la películaAlmacenados en comparación con Emiliano, En el último trago?
José Carlos Ruíz:
En mi carrera como actor, de más de medio siglo, hay tres personajes que me han hurgado estómago y cerebro, que se han metido en mis tripas.
El actor debe defenderse, si hace un drogadicto no tiene por qué drogarse. Sin embargo, debo creer que puedo drogarme para poder servir al personaje.
Uno de esos tres personajes de los que hablo es"El Carajo" en El Apando (película de Felipe Cazals), que me pisó, me jodió por dentro. Era un personaje muy complicado: tuerto, con roña en el cuello, deteriorado todo él, se corta las venas, está cojo. Todas sus características me implicaron ponerme una rienda, un bozal, no tenía ningún margen de libertad para interpretarlo.
Otro personaje es el de la cinta Goitia (película de
Diego López) porque no había ninguna referencia de cómo era el pintor, de su carácter y forma de convivir con los demás. Estuvimos buscando a alguien que nos diera algunas características. Preguntamos a muchas personas, quienes lo conocieron solo nos decían que había sido una persona muy buena. Hablo de quien fue su secretario particular, también del pintor Nishizawa. Pero yo estaba buscando el hueso de Goitia, yo debía darle vida.
Entonces sucedió que el primer día de filmación en Zacatecas nos dijeron que existía una persona a la que le decían El Chueco, era quien nos podía decir más de Goitia. Hablé con él cuando estábamos a una hora de empezar a correr cámara. Me dijo en una primera respuesta lo que yo ya sabía: que Goitia era muy bueno, entonces saqué una botella de tequila y se tomó la mitad. El Chueco no me dio más de dos respuestas. No me quedó de otra en ese momento más que invocar al mismísimo Goitia,
yo estaba desesperado. Por fortuna, Goitia no se apareció. Le dije a Diego López: no tengo la menor idea de cómo hacer Goitia, lo tenemos que crear entre los dos



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