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Mardonio Carballo
El primer conductor indígena de la televisión mexicana
Publicada en la Revista no. 106 el 13 de abril 2009
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Por José Antonio Fernández Fernández

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Mardonio Carballo es el primer conductor indígena de la televisión mexicana dedicado a contar el día a día de los pueblos indígenas. Encabeza la serie De raíz luna (obtuvo dos premios en el Festival Pantalla de Cristal), que produce y transmite Canal 22.
Confiesa que el movimiento zapatista y el Subcomandante Marcos lo inspiraron para ganar espacios. Tenía 19 años en 1994. Desde entonces sabe que forma parte de una nueva generación de indígenas que ven de tú a tú al mundo. No se achican ni buscan la agresión, al contrario, lo ven de frente y se presentan con toda la fuerza que tienen para interactuar en cualquier parte y a cualquier nivel, en México y en otros países.
Mardonio Carballo no oculta su origen, por el contrario, lo muestra como rasgo de orgullo. Es indígena y produce televisión para todos, para indígenas y para no indígenas. No se limita.
No quiere ver al mundo con una sóla cara. Entiende que su horizonte le ha desplegado un abanico de posibilidades, y que lo recorrerá con mayor entereza y opciones de éxito si se muestra como es, con su pasado y su identidad indígena y con su deseo de vivir con una actitud echada para delante. No hay quien lo detenga.


José Antonio Fernández: Yo afirmo que tú eres el primer conductor cien por ciento indígena de la televisión mexicana. Lo aseguro. Te pregunto: ¿lo tienes registrado así también?
Mardonio Carballo:
Prefiero no pensarlo así porque la responsabilidad crece cuando te asumes como punta de lanza. Estoy consciente de que sí formo parte de un grupo de escritores e intelectuales indígenas que estamos trabajando en todos los ámbitos de la vida nacional. Prefiero ponerme como parte de ese grupo.

José Antonio Fernández: Entiendo tu posición. Te hago la pregunta de otra forma y de manera muy específica: ¿conoces a algún otro indígena que antes que tú hubiera conducido algún programa en la televisión mexicana dedicado a retratar el día a día de la vida de los pueblos indígenas?
Mardonio Carballo:
No lo tengo registrado, aunque no te lo puedo asegurar porque hay muchos canales de televisión en todo el país. Quizá haya alguno que sea indígena pero que no acepte ser indígena, que no se asuma con los valores de lo indígena ante las cámaras de televisión.
Lo valioso que tenemos (y habla en plural) es que no ocultamos el origen, usamos el medio para comunicar un mundo. Ejercemos el derecho de comunicar el mundo indígena en la televisión pública, y ¡qué maravilla! que Canal 22 se haya abierto para hacer un programa de televisión sobre indígenas (De raíz luna). Que exista y se transmita se convierte en un acto de justicia.

José Antonio Fernández: Hay un dicho que dice: nadie es profeta en su tierra. ¿Qué tanto los grupos indígenas sienten que les perteneces, o qué tanto te sienten alejado o que ya no eres parte de ellos por salir en televisión?
Mardonio Carballo:
Me encuentro con ambas posiciones. Yo debo funcionar como un puente, porque la realidad de la televisión está separada de la realidad de los pueblos indígenas. Lo tengo claro: somos un lazo que unimos mundos distintos.
Sé que algunos compañeros me perciben como alguien protagónico. Y a ellos les digo que mi labor es hacer programas de televisión y aparecer a cuadro. Es mi trabajo. En esto hay muchas cosas en juego, incluso personales, envidias.
Yo hago televisión y radio para toda la población, para la indígena y también para la no indígena. Quienes están en la estaciones de radio comunitarias y hacen radio sólo para ellos, para los indígenas, pienso que no se atreven todavía a comunicarse con la otra parte del monstruo, con el mundo no indígena.

José Antonio Fernández: ¿Qué papel juegan los indígenas en tu proyecto de televisión?
Mardonio Carballo:
Los indígenas que aparecen en nuestro programa (De raíz luna), a los que hemos logrado convencer porque no todos quieren salir en pantalla, son quienes me ayudan a contar las historias.
Convencerlos no es sencillo porque al fin de cuentas soy un extraño cuando llego a sus pueblos. Me ven con cámaras y equipo, y eso siempre causa cierto recelo. Cuando me acerco con la gente de los pueblos, les pido que nos ayuden a contar su historiapara que la conozcan todos, incluyendo a los no indígenas.
Es clave considerar que vivimos en un país profundamente racista y discriminador, y hay que decirlo para que se acepte.
Toma en cuenta que cada mundo indígena tiene su concepción del universo y una forma de nombrar su mundo.


José Antonio Fernández: Hay diversas versiones sobre si hay o no racismo o clasismo en México, o qué tan dramático sigue siendo aún. Como indígena, ¿padeces racismo o clasismo, o ambos?
Mardonio Carballo:
Sí debemos reconocer que vivimos inmersos en una sociedad racista. Y te doy un ejemplo: si en la Ciudad de México un indígena pregunta en su lengua materna cualquier cosa a alguna persona en la calle, seguramente no le harán caso. Pero si un extranjero hablando inglés pregunta algo, seguro se dará algún esfuerzo por ayudarlo.
El racismo tiene tantos tonos como el arcoriris tiene colores. El racismo se alimenta de la ignorancia.


José Antonio Fernández: ¿Has sufrido en carne propia el racismo?
Mardonio Carballo:
Por supuesto que lo siento, aunque en ocasiones de forma sutil. Por ejemplo: tengo tres minutos a la semana con Carmen Aristegui para hablar de temas indígenas, y (creo que) es el único noticiario de la radio que dedica un espacio especial al mundo indígena. Y toma en cuenta además que el programa de Carmen (Aristegui) dura 20 horas de lunes a viernes.
Te pongo otro ejemplo: conduzco el programa De raíz luna en Canal 22, que es el único de la televisión mexicana dedicado especialmente a hablar de lo que sucede hoy en los pueblos indígenas. No existe ningún otro en ninguna cadena, ni privada ni pública. Son dos botones de muestra que dejan claro lo que sucede.
El clasismo es toda una vertiente del México de hoy, que se hizo más clara después del 2006 cuando se dieron unas elecciones que en alguna medida dividieron a la población en pirruris y nacos, indios y no indios, pobres y ricos.
Hay que precisar lo siguiente: una cosa es que te sientas segregado por tu color de piel y otra diferente que sea por dinero. En los pueblos indígenas se dan las dos posibilidades, porque son los pobres de los pobres y además por la tez morena.


José Antonio Fernández: ¿Todos los pueblos indígenas son pobres, es verdad o mito?
Mardonio Carballo:
El 90 por ciento de los indígenas de México viven en la pobreza.
Los pueblos indígenas son pueblos ricos que viven muy pobres. En estos pueblos está concentrada la riqueza de la biodiversidad de México. Sin embargo, el problema está en que cuando nace un programa de desarrollo en alguna zona indígena, de inmediato se dan las expropiaciones y es el gobierno o los grandes capitales los que se quedan con esas tierras para explotarlas y los indígenas son desalojados con muy bajas indemnizaciones. Ese ha sido el problema histórico, siempre ha sucedido lo mismo, en lugar de hacer que los indígenas participen en los proyectos y se compartan las
riquezas, los hacen a un lado.
Los indígenas están pobres porque se les excluye y se les expulsa de las tierras cuando surge un proyecto de inversión. Se les compra la tierra a precios ínfimos y se da el cacicazgo para hacer movimientos muy sucios.

José Antonio Fernández: ¿Hay algunos grupos indígenas que no son pobres?
Mardonio Carballo:
Los hay, pero no son la generalidad. Los zapotecas, por ejemplo, son un oasis en Juchitán.
Con la serie De raíz luna hemos tenido la oportunidad de viajar por zonas indígenas desde el Istmo de Tehuantepec hasta el norte del país, y todo los pueblos indígenas que visitamos, todos, viven en la pobreza.
La historia de lo indígena es siempre una historia de desplazamiento. Siempre. Ahora que leo que en Chicontepec encontraron una gran zona petrolera, sé que van a expulsar a los indígenas que están en esos sitios. Los van a obligar a subir a la montaña y al tiempo escucharemos que alguien pregunte: ¿qué hacen hasta allá, si hasta allá no hay nada?


José Antonio Fernández: ¿Quieres decir que los indígenas de México viven en la pobreza porque nunca han sido incluidos de a deveras en los planes de desarrollo?
Mardonio Carballo:
Exactamente. Esa es la clave de todo el gravísimo problema. Jamás han sido incluidos cuando surgen proyectos de inversión.
Cuando estuvimos en la Montaña de Guerrero,nos dijo una monja: la de los indígenas es una historia de exterminio. En los hechos lo es porque les dicen: no te doy y no pongo en práctica políticas públicas que te beneficien. El objetivo es que sigan en la Montaña, adonde los van a enganchar los contratistas de los campos de Sinaloa para llevarlos engañados a los campos de jitomate. Los convencen prometiéndoles que les pagaran 130 pesos por día. Los llevan en un camión sin aire acondicionado en un viaje que dura 20 horas, y al llegar les pagan 70 pesos la jornada y los instalan en cuartos que miden 4 por 4 metros con toda su familia (porque los jornaleros de la Montaña de Guerrero viajan en familia).
Toma en cuenta que cuando un grupo vive circunstacia de pobreza, todo es caldo de cultivo para que se dé la violación de derechos humanos y sobretodo para que alguien tome ventaja de esa pobreza.
Con la crisis estamos viendo el gran negocio que hacen los agiotistas en las casas de empeño cobrando hasta más del 400 por ciento de interés como mínimo a gente pobre, y nadie hace nada para detener esa explotación que padecen personas que entran a los préstamos por desesperación y por ignorancia. Y es que la pobreza también puede ser un gran negocio.


José Antonio Fernández: ¿Consideras que el movimiento zapatista, encabezado por el Subcomandante Marcos, ayudó a mejorar la condición de los pueblos indígenas y a que la gente no viera ya a los indígenas ajenos a México?
Mardonio Carballo:
Por lo menos hizo que nos voltearan a ver. Y algo muy importante: provocó que una nueva generación de indígenas tomáramos conciencia de la riqueza que significa ser indígena. Más allá de que nos caiga bien o mal Marcos, el gran aporte del zapatismo fue resignificar y redignificar el ser indígena.
Y yo me considero parte de esa nueva generación indígena. El levantamiento zapatista de 1994 me tocó cuando tenía 19 años. El cambio en mí fue total. Soy otro. Me inspiró y me sigue inspirando. Han sido muy valientes.


José Antonio Fernández: ¿Has platicado con Marcos alguna vez?
Mardonio Carballo:
Nunca nos hemos encontrado en persona ni he platicado con él. Como militante tuve algún contacto cuando se dio La marcha del color de la tierra.

José Antonio Fernández: ¿En dónde naciste?
Mardonio Carballo:
Soy de Chicontepec. Es una palabra maya que significa siete cerros. Está en la Huasteca de Veracruz, en plena sierra, en donde se juntan Tamaulipas, San Luis Potosí, Hidalgo y Veracruz. De allá es mi lengua. De allá vengo.

José Antonio Fernández: ¿Cuántos hermanos tienes?
Mardonio Carballo:
Somos muchos, todas mis hermanas son mujeres. Tengo diez.

José Antonio Fernández: ¿Las frecuentas?
Mardonio Carballo:
Ahora más. Estuvimos dispersos a lo largo y ancho de la República. Nos vemos seguido. Yo viajo tres veces al año a mi pueblo para ver a mi padre y a mis hermanas. Convivimos y organizamos comidas muy bien servidas porque todas son muy buenas cocineras, además la comida sabe mejor cuando hay nostalgia.

José Antonio Fernández: ¿Alguna de ellas se fue a Estados Unidos?
Mardonio Carballo:
Sí, tengo una que vivió cuatro o cinco años en California. Su historia es un poco terrible. Se dedicaba a lavar coches en Sacramento. Ya regresó, por fortuna. Y lo digo porque tiene una hija que había dejado en México y ahora está recuperando su amor, lo que hoy se ha convertido en su trabajo principal.

José Antonio Fernández: ¿Cómo se da tu niñez en tu pueblo, en Chicontepec?
Mardonio Carballo:
Yo fui un niño raro. Salí de mi pueblo cuando tenía 14 años.
Mi niñez fue increíble, en contacto con la naturaleza. Fui libre siempre de niño.
Durante un tiempo mi padre habló sólo náhuatl y supo lo difícil que se vuelve la vida al no hablar español. Por eso nos enseñó español, a mí y a todas mis hermanas. Nos enseñó a leer en español desde muy chicos. Yo entré a la primaria leyendo español.
Por otra parte, mi madre hablaba sólo náhuatl. Mi padre no quería que habláramos náhuatl, pero mi madre no hablaba español. Así que somos bilingües, hablamos náhuatl y español.
Si yo hoy le hablo en náhuatl a mi padre, él me contestará en un perfecto español, a pesar de que él habla un perfecto náhuatl.


José Antonio Fernández: ¿Tu padre vive en tu pueblo?
Mardonio Carballo:
Sí, ahora criando borregos con esta idea que se le ocurrió a Xochitl Gálvez en el sexenio de Vicente Fox. Dieron borregos al por mayor por todos lados. De hecho hay una sobrepoblación de borregos en ese lugar. La gente los cría y se los come. La economía de mi comunidad, que es muy pequeña, es de autoconsumo.
Las cosas han cambiado en Chicontepec, ahora se habla mucho español y hay nuevas ideas. A mí no me asusta porque a mí me encanta la mezcla. Yo mismo soy una mezcla.


José Antonio Fernández: ¿Por qué te consideras una mezcla?
Mardonio Carballo:
Porque vivo en un mundo totalmente opuesto al mío, y sin esa combinación no sería lo que soy.

José Antonio Fernández: ¿Qué edad tiene tu papá?
Mardonio Carballo:
Está por cumplir 80 años. Mi mamá falleció hace dos años.

José Antonio Fernández: ¿Antes de iniciar la entrevista me decías que tu mamá te animó a salir de tu pueblo?
Mardonio Carballo:
Me educaron para ser libre. Mi madre siempre me dijo: Mardonio, debes irte de aquí. Para tí aquí no hay lugar.
A mí no me gustaba hacer cosas propias del campo. Me subía a los árboles a leer y ella me veía. Me dijo que si yo quería ser escritor, debía salirme del pueblo. Y así lo hice. Al día siguiente de que terminé la secundaria, tomé un camión para la Ciudad de México.

José Antonio Fernández: ¿Cómo era tu escuela primaria en Chicontepec?
Mardonio Carballo:
Cuando entré era como de cartón con algunos muros de adobe. Luego ya fueron construyendo algunas áreas y cuando salí ya era una escuela formal. Nuestras aulas siempre fueron aulas dobles, tomábamos clases juntos primero y segundo, tercero y cuarto y quinto y sexto. Era un maestro para los dos grupos.

José Antonio Fernández: ¿Qué tan autoritarios eran los maestros?
Mardonio Carballo:
Te puedo decir que hasta 1979 todavía nos castigaban por hablar náhuatl. Pero yo siempre fui rebelde y siempre tuve claro que para mí era fundamental el hablar náhuatl.
Yo hice la secundaria a 8 kilómetros de mi pueblo, en Tlacolula. Cuando estudiaba en secundaria llegaron los del extinto Instituto Nacional Indigenista para dar becas a quienes hablaran lengua indígena. Ahí estudiábamos jóvenes de muchos pueblos cercanos porque era la única escuela de la región que tenía primaria, secundaria y bachillerato. El 80 por ciento hablábamos náhuatl. Cuando los del INI se presentaron en el salón para ofrecer las becas y preguntaron quién hablaba náhuatl, sólos dos levantamos la mano de un grupo de 60. Me dieron beca cada mes por tres años.


José Antonio Fernández: ¿A los demás les dio vergüenza, por eso no levantaron la mano?
Mardonio Carballo:
Así es, les dio vergüenza hablar náhuatl y quizá a algunos hasta miedo decirlo.
Mi mamá era muy aguerrida y muy convencida de ser indígena. Sabía quién era y el valor que tenía. Siempre tuvo conflictos con mi padre por ese motivo.


José Antonio Fernández: ¿Cómo se da la oportunidad para que a los 14 años salgas del pueblo?
Mardonio Carballo:
Para entonces yo ya tenía una hermana viviendo en la Ciudad de México. Se vino sola. Trabajaba como secretaria en la Universidad del Valle de México (UVM). En parte me animé a venir porque me consiguió una beca de cien por ciento para estudiar la prepa en la UVM.
Cuando llegué a la Ciudad de México no podía cruzar los semáforos porque no les entendía. Yo venía del pueblo, pueblo. Me encontré con el monstruo.
Pensé que en México tendría a más gente a la cual saludar, porque en mi pueblo todos se saludan. Lo cierto es que el encontronazo fue durísimo. Hay muchos códigos que no entendía, a pesar de que hablaba muy bien español.
Viví en un barrio duro de Azcapotzalco, el pueblo de San Pedro Xalpa. Conseguí buenos amigos ahí.


José Antonio Fernández: ¿Sí estudiaste la preparatoria en la Universidad del Valle de México?
Mardonio Carballo:
Fíjate que no, no pudimos. Ni ellos, mis padres, ni yo. Estuve 9 meses.
Digo no pudimos, porque era imposible para mí y para mis padres mantener eso, aunque no pagáramos colegiaturas. Yo venía de tener amigos que arrean...



Lea más de lo que dijo Mardonio Carballo
publicado en exclusiva por Canal100.com.mx

La beca en la Prepa de la Universidad del Valle de México me la dieron al cien por ciento... pero había que gastar en muchas cosas más (en las que debes gastar cuando entras a una preparatoria privada de esas características). No vimos cómo.

Además, aparte del dinero, para mí fue realmente imposible desde lo profundo de mi ser estar en esa Prepa. Yo tampoco pude. Para mí fue excesivo y brutal el cambio. De estar con amigos que arrean vacas y cultivan maíz, de plano no pude de entrada convivir con los jóvenes de esa Prepa que ni siquiera se acercaban en nada a los jóvenes que estudian en escuelas públicas de la Ciudad de México. Para mí fue terrible el cambio.


José Antonio Fernández: ¿Y qué hiciste?
Mardonio Carballo:
Me salí.

José Antonio Fernández: ¿Cuánto tiempo estuviste en esa preparatoria de la UVM?
Mardonio Carballo:
Unos nueve meses, pero no podía. Estaba negado a ese mundo de súper fresas. Creo que estuvo bien que me haya salido de ahí. Me fui a la vida.

José Antonio Fernández: ¿Qué quieres decir con que te fuiste a la vida?
Mardonio Carballo:
Me fui a la vida, a trabajar, a intentar sobrevivir en la Ciudad de México. Trabajé de muchas cosas. Por ejemplo, estuve en una fábrica en la que colocaba tapas. Vendí periódicos, lo que hoy valoro mucho porque escribo y publico y sé lo indispensable que son los voceadores. Descargué trailers en Tepito, en el mercado de Granaditas. Impermeabilicé techos.

No desprecié ni desprecio esos trabajos, pero yo seguía soñando.


José Antonio Fernández: ¿Qué soñabas?
Mardonio Carballo:
Yo quería dedicarme a lo que me dedico ahora: a hacer televisión y radio, a escribir.

José Antonio Fernández: ¿Desde cuándo sabías que querías dedicarte a la televisión y a ser escritor?
Mardonio Carballo:
Desde niño. En mi casa veíamos televisión, los canales 2 y 5, que eran los únicos que podíamos sintonizar en Chicontepec. Vi todo El Chavo del Ocho y las series del 5.
Me gustaba la televisión y también quería hacer teatro.

Yo escribía obras de teatro de niño, sin saber que eran obras de teatro brevísimas. Escribía poemas de manera natural. Ahora sé que no es algo que les sucede a todos.

José Antonio Fernández: ¿Estudiaste en otra preparatoria?
Mardonio Carballo:
Entré a un Conalep a estudiar Contabilidad y ahí también tomé clases de teatro y actué en obras. Fue donde me conecté con el mundo intelectual. Conocí actores y el universo de la escena, de tal forma que cuando llegué a conducir un programa de televisión me sentó bien, no me fue ajeno.
Actué en obras en reclusorios y barrios duros. Hacíamos teatro de calidad de autores italianos y españoles. Hicimos Shakespeare. Si me preguntas, no te podría decir de qué vivíamos, pero logramos estar haciendo teatro muchos años. El dinero que conseguíamos, de donativos, concursos y algunas otras ideas que se nos ocurrían, lo repartíamos entre todos.

Un día me salí del grupo teatral y descubrí que no sabía nada y que no tenía nada. Tiempo atrás había participado en una obra de Jorge Celaya, un autor sonorense con quien sentí identificación. Lo busqué. Le pedí que me integrara a su equipo. Le dije que no me importaba no cobrar, lo que quería era estar en el grupo. Ahí conocí a Carlos Cobos y a Juan Carlos Remolina. Ellos me fueron jalando y me ayudaron a conocer más gente. Tiempo después me di cuenta que no quería hacer ese teatro, retomé la escritura y me lancé a montar mis propios trabajos.

Desde hace 7 años sólo actúo lo que yo escribo. Produzco, dirigió y actúo. Me gusta la improvisación y consigo siempre que el público asista en forma gratuita a ver mis obras. Creo que es necesario formar público. Mi montaje más reciente lo hice en la Casa del Lago.

Lea otras 22 respuestas de Mardonio Carballo
publicadas en exclusiva por Canal100.com.mx:

1. Entre el público y los actores o los conductores, debe existir siempre una liga afectiva.

2. Colaboro con Carmen Aristegui por peleonero. Platico la historia: Fernanda Tapia colaboraba por las mañanas en la W, cuando estaba ahí Carlos Loret de Mola. Ella no daba su correo electrónico. Un día invitó a Lila Downs y le formuló una pregunta de la siguiente manera: "¿Sé que cantas en todos los dialécticos de México, pero no sabía que también cantabas en inglés?" Cuando oí la pregunta de Fernanda Tapia se me reventó una burbuja en el estómago. Me enojó mucho lo que dijo. Lila Downs jamás la corrigió. Debió decir los idiomas, no los dialectos, porque la palabra dialecto es en sí misma una palabra que indica menosprecio. Le escribí un correo a Loret de Mola, a Carmen Aristegui y a Javier Solórzano, protestando. Me contestó Carmen Aristegui. Me respondió así: si ves que eso sucede en los medios, te invito a que vengas y entres al aire para que digas lo que piensas. Los contacté y fui a los estudios de la W. Hice pruebas para salir al aire. Pasaron seis meses y nada se concretaba.

Un día me le paré enfrente a Carmen Aristegui en la Fil (Feria del Libro ) de Guadalajara. Le conté lo que sucedía. Me dijo que había un problema de comunicación interno, que no me preocupara. A la siguiente semana salí en su programa al aire por primera vez. Estuve una vez a la semana en la W con Carmen Aristegui del 2004 al 4 de enero del 2008, y ahora estoy con ella también en MVS, lo que me da mucho gusto. Es para mí un orgullo.

3. Importante es decir que ese noticiero de Carmen Aristegui en la W, fue todo un fenómeno en todo México. Cuando nos sacaron del aire, sentí solidaridad y reconocimiento de muchísima gente en todo el país.

4. Mi sección en radio con Carmen Aristegui se llama Las plumas de la serpiente... y nosotros tenemos la palabra. Me gustan los títulos largos. El espacio ha provocado que los medios hayan empezado a publicar más noticias de los pueblos indígenas y que la Secretaría de Educación Pública produzca su propia serie sobre indígenas (que se llama Ventana a la comunidad). Al hacer Las plumas de la serpiente me he dado cuenta que en todo México quieren saber más de lo que sucede en los pueblos indígenas hoy.

5. Las plumas de la serpiente es la llave que nos abre las puertas del Canal 22.

6. Un día que caminaba por el centro de la Ciudad de México con mi mamá, vimos a unos danzantes en el Zócalo. Me di cuenta, junto con mi mamá, que yo no había venido a México a ser danzante ni a vestirme con plumas. Mi posición fue y es muy clara: ¿por qué hacerle el caldo gordo a esa parte de la sociedad que nos quiere ver (a los indígenas) con plumas y agachados?

7. Yo a nadie le hablo de usted, a todos les hablo de tú. Eso me ha acarreado a veces problemas, pero es que en mi lengua no existe el usted. El respeto se da por la lealtad, el afecto y el buen trato.

8. Javier Aranda Luna es quien me invita a Canal 22, en tiempos en los que Enrique Strauss era el Director. Aranda era cabeza de Noticias del 22. Le gustaba mi sección Las plumas de la serpiente, que presentaba en la W con Carmen Aristegui. Entré al Noticiero del 22 con mi sección (Las plumas de la serpiente), pero considero que mi entrada fue poco afortunada porque en la Videoteca del 22 sólo tenían esas clásicas imágenes de indígenas de colcheros, de danzantes. No había forma de ilustrar mi sección con una intención seria y de fondo. Por supuesto, no quise ilustrar Las plumas de la serpiente con ese material "folclórico".

9. Cuando se fue Javier Aranda del 22 le dije que no renunciaría al Canal. Lo comprendió. Le expliqué que yo consideraba importante mi continuidad en Canal 22. Estuvo de acuerdo.

10. Cuando llegó Juan Jacinto Silva a la Dirección de Noticias de Canal 22, le expuse mi problema: no teníamos imágenes para ilustrar mi sección. Nos dio apoyo. Me organicé un viaje con cámara para ir a Chiapas. Estuve allá 4 días. Entonces vi que podíamos hacer un programa y no una sección. Regresamos con tres programas de media hora, y ahí es donde surge la serie De raíz luna.

11. Cuando llega Jorge Volpi a la Dirección del 22, nosotros ya estábamos, pero es en la etapa de (Jorge) Volpi en la que la serie De Raíz Luna toma vuelo. Coincide con su idea de apoyar la pluralidad, la diversidad y el ser incluyentes.

12. De Raíz Luna ha provocado desde premios hasta amenzas. Ha provocado también que tenga continuidad mi trabajo. También provocó un revuelo muy afectivo entre periodistas e intelectuales y hoy existe un sentimiento entre mucha gente, como David Huerta y Javier Solórzano, de que hay que proteger De Raíz Luna. Hay un blindaje que también nos permite estar en el 22. De Raíz Luna es un proyecto social.

13. Recibí amenazas cuando hice un programa de jornaleros indígenas. Recibí amenzas al celular en las que me decían: pinche indio. Yo asumo que soy indio, que soy indígena, pero hay gente que no está preparada para eso.

Una tarde se me acercó una persona en forma rara en un cajero automático. Me dio un "mensaje". Cuando estuvo junto a mí dentro del cajero me dio un sape y luego me dijo palabras en francés, lo que fue muy extraño y creo no casual porque yo hablo en francés sólo con una persona. Y lo hago por teléfono. Palidecí cuando al irse del cajero, luego de darme otro sape, me dijo: nos vemos después. Me hizo saber que me espiaban. Para mi fue un mensaje clarísimo. Desde entonces sé que en De Raíz Luna hay muchos callos que podemos pisar. Mi compromiso ahora es más grande.

14. Cuando hicimos el programa de los jornaleros de Guerrero que van a levantar cosechas de jitomate a Sinaloa, no nos permitieron entrar a muchos campos. Grabamos en una zona en la que se han dado levantones. Fue complicado reportear ahí, pero yo sí tengo hoy un compromiso con De Raíz Luna, y es un compromiso mayor.

Cuando regresamos de Sinaloa con el material grabado, me habló un secretario del Estado (de Sinaloa) para invitarme a desayunar. Acepté desayunar con él siempre y cuando fuera con cámaras encendidas grabando. El desayuno no se concretó. Además, les dije que primero saldría el programa al aire y después sería el desayuno. No me llamaron más.

15. Mi condición para hacer De Raíz Luna es que yo tengo el control total de los contenidos. Creo que sólo en el Canal 22 puedo hacer un programa como De Raíz Luna, con absoluta libertad. Lo reconozco.

16. Me gustaría mucho que en otros medios hubiera más mardonios y otros De Raíz Luna, que se replicara el tema indígena en cuantos medios se pudiera.

17. Quiero hacer un documental de a deveras, con recursos suficientes, sobre jornaleros indígenas.

18. Veo hoy un México partido, como cuando se rompe la tierra por falta de lluvia. Lo veo aletargado, frágil y miedoso. No lo veo echado para adelante. Seguimos en la etapa del caudillo, siempre esperamos que alguien marque la intención y la ruta.

19. Veo un cambio en México, pero veo un cambio reducido. Cuando hay un movimiento, los abajo firmantes siempre somos los mismos.

20. Veo a México como una sociedad adolescente, que igual dice que sí y que no. Veo a México como un joven desubicado.

21. Por México intento hacer lo que mejor sé hacer, que es crear. Intento hacer que la gente sueñe. Ojalá lo pueda lograr. Y quiero dar las herramientas para que el sueño se haga posible. En mis programas, obras de teatro y participaciones en radio al fin de cuentas siempre retrato que en este país se ha vivido en un régimen injusto que es urgente cambiar.

22. Mis trabajos deben tocar el corazón, si no tocan el corazón no va a suceder nada



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