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Por José Antonio Fernández F.
Carlos Albert está hoy en medio de la tormenta.
Jugador de futbol desde niño, llegó a ser profesional en la preparatoria.
Lo vieron jugar y lo llamaron. Fue defensa del equipo Necaxa, seleccionado
nacional y también el líder rebelde que intentó hacer
un sindicato de futbolistas mexicanos al inicio de los setentas. No lo logró.
Albert reconoce al futbol como la actividad que lo ha hecho ser quien es (junto
con su escuela, el CUM y su familia).
Dice: “con este deporte aprendes a valorar. Si te dejas no llegas a sobresalir,
porque no logras ubicarte; y si te sobreactúas no aprendes a valorar
lo que es el trabajo en equipo. Cuando te llaman y te dicen que eres seleccionado
nacional es algo incomparable. Te conviertes en uno de los mejores futbolistas
de tu país. Te ponen el escudo de México y escuchas el Himno
Nacional. Es algo increíble. Es la culminación del sueño
de todo deportista. Es la meta final. Es sentir que eres el mejor de tu país
en ese momento. Y también es tener una gran responsabilidad, y esto
no es demagogia, porque tú sabes que para la afición es algo
muy importante la selección de futbol. Estuve en las Olimpiadas de Tokio.
Ahí me di cuenta que era un privilegiado y comprendí mi gran
responsabilidad. De hecho, el deporte deja de ser un juego cuando eres profesional”.
JOSE ANTONIO FERNANDEZ: ¿Entras a la locución por tu papá?
(quien fue un locutor de primer línea)
CARLOS ALBERT: No. Desde que yo jugaba futbol
pensaba que la prensa estaba mal informada y manipulada. Dolía que te llamaran ratoncito verde, que
la gente no entendiera que el profesionalismo no existía en México,
y parte del problema era porque la prensa mal informaba a los aficionados.
Cuando yo jugaba no teníamos una cancha fija donde entrenar ni nos daban
zapatos de futbol. A veces entrenábamos en Chapultepec tirando a una
portería que eran dos chamarras. Y todo esto no se decía, aunque
la prensa lo sabía. Hablo de 1961 a 71. La gente tenía la idea
de que el futbolista era irresponsable y sin personalidad.
Siete años después de haberme retirado, un día estaba
en mi casa viendo el Canal 13 de televisión. Pasaron un anuncio en el
que informaban que el 13 transmitiría el mundial del 78. Tomé el
teléfono y pedí en el 04 el número de Canal 13. Me comuniqué y
busqué hablar con Raúl Orvañanos, a quien conocí cuando
futbolista. Casualmente lo encontré, y digo casualmente porque él
no estaba de planta en el Canal. Le dije que tenía interés en
participar como comentarista deportivo y que sabía que transmitirían
el Mundial de futbol. Orvañanos fue sincero, me respondió que
no podía tomar la decisión para que yo entrara, pero me conseguiría
una cita con José Ramón Fernández que era el responsable
de Deportes.
A los pocos días hablé con José Ramón, él
se acordaba de mí. Después de dos o tres pruebas me dio la oportunidad.
Mi primer trabajo fue narrar una Copa del Mundo, a pesar de que nunca había
narrado un partido de futbol. ¡Vaya suerte! No estaba planeado que yo
viajara al Mundial, pero una semana antes de que se fueran a Argentina uno
de los cronistas tuvo un problema y José Ramón me habló:
me dijo que iría al Mundial, que viera todos los partidos que pudiera
y los narrara para ensayar. Así lo hice y me estrené en Argentina.
Regresamos del Mundial y José Ramón me invitó a colaborar
en forma permanente con el equipo de Canal 13.
José Antonio Fernández:Trabajas los domingos desde
hace más de 20 años. ¿Complica
eso tu vida?
Carlos Albert.: Sí, claro que sí. Cuando el resto está libre,
sábado
y domingo, tú estás trabajando. Cuando los demás estudiaban,
nosotros entrenábamos. Vives al revés, quizá por eso soy
tan contreras.
José Antonio Fernández: Ahora
que dices que eres contreras, ¿crees que una parte de
tu personalidad hace que te inclines siempre por las víctimas?
Carlos Albert.: (Piensa
antes de responder) Sí. Definitivamente, sí.
José Antonio Fernández:¿Y de dónde viene eso?
Carlos Albert.: No lo sé, pero afortunadamente aprendí en
mi casa y después
en la escuela a darle su lugar a toda la gente. Soy una persona que me rebelo
contra la injusticia. A ese respecto creo que tengo un profundo sentido que
siempre está alerta, y aunque a lo mejor sea un punto de vista muy personal,
no me gusta la injusticia. Ahora que soy periodista no necesito fingirlo, simplemente
me dejo llevar por lo que siento y no me detengo ante lo que yo considero que
no debe hacerse.
Como futbolista llegué a amar a mi profesión y a las camisetas
que representé, y comprendí que el futbolista también
se debe a la afición. Por eso el futbol se juega en un estadio, por
eso tiene reglamentos y toda una organización, por eso la gente paga
por ver el espectáculo. Cuando entiendes esto, comprendes el futbol.
Hay gente que deja su quincena por ir a verte. Hay niños que lloran
cuando pierde su equipo, y eso te hace comprender el futbol de una forma distinta
y seria. Lo mismo siento que pasa con el periodista. El patrón siempre
será el lector, el público. El dueño del medio te paga
por tus servicios pero tu trabajo va orientado hacia el público, para
quien tienes la obligación. El dueño del medio no te paga para
que le des consejos, en tal caso serías su asesor personal. Por eso
el periodista puede ser un transformador social por excelencia.
José Antonio Fernández: Hace
unos días, antes de que empezara el espectáculo
de Astrid Haddad, platicaba con un holandés que me decía que
le gustaba vivir en México porque aquí había mucho por
hacer. Que sentía que en su país estaba ya “todo inaugurado”.
Siguiendo con esta idea, pensando que hace apenas veinte años entrenabas
tiros a gol entre dos chamarras en Chapultepec, ¿resulta fácil
la profesión de crítico en México, un país, que
como decía el holandés, tiene muchísimas cosas por hacer
y por lo tanto también mucho que criticar?
Carlos Albert.: Efectivamente, desde el punto
de vista cuantitativo aquí el material
nunca se agota, y más aún en el deporte.
José Antonio Fernández: ¿Desde
los baños hasta el diseño
del uniforme?
Carlos Albert.: Cuantitativamente es fácil, pero cualitativamente
es muy difícil.
Los mexicanos tenemos la cultura de la crítica para ejercerla, pero
no para recibirla. Para criticar somos especialistas, pero cuando el mexicano
es el criticado entonces no acepta. Si tuviéramos costumbre y cultura
crítica, nuestro país no estaría donde está. Tendríamos
un país más avanzado. Criticar en México es fácil,
porque encuentras mucho material, pero es difícil porque te vas a enfrentar
con el rechazo de todos. Un ejemplo muy claro: si en los toros se tira un espontáneo
al ruedo y llega la autoridad y lo saca, la gente apoya al espontáneo,
cuando hacer eso está mal y es peligrosísimo. Al policía
le llueven hasta hielazos.
En México ser crítico es difícil porque te enfrentas a
los grandes intereses. Cuando me encuentro a quienes critiqué siempre
me dicen: “¿oye, porqué me atacas?” Y siempre les
contesto: “no es un ataque, es una crítica, que es algo muy diferente”.
En México somos de piel muy sensible. Mucha gente me ha dicho: “mira,
tienes razón en lo que dices de mí, pero fíjate que no
me gusta cómo me lo dices”. Entonces nos metemos a algo muy difícil”:
quieren que la crítica se diga “bonito”, para que no se
sientan incómodos. Y yo creo que las cosa deben decirse como son. Por
ejemplo, me han llegado a comentar: “no me digas mentiroso, di que no
dije toda la verdad”.
José Antonio Fernández: Esos
reclamos están en la línea del amigo holandés.
A lo mejor ese directivo que reclama es porque quiere que digas que construyeron
un estadio que les costó miles de millones de pesos, y tú los
criticas porque en los últimos tres partidos jugaron pésimo.
¿Será que por eso los mexicanos somos tan sensibles a la crítica,
que nos molesta que señalen nuestros errores en vez de que aplaudan
nuestros aciertos?
Carlos Albert.: Me dicen mucho eso. Que soy
muy negativo, que sólo veo lo malo.
Que no hablo de lo bueno. En México hay 2,000 periodistas que hablan
de futbol. Muchos hablan de lo bueno, y creo que alguien tiene que decir lo
que está mal. Pienso que debo entrar en ese grupo, que no debo sumarme
al coro de los elogios y querer tapar el sol con un dedo. Que México
necesita una prensa mucho más crítica y dura, como en otros países.
Yo quisiera que la gente supiera cómo es la prensa crítica en
España, Italia o Argentina.
José Antonio Fernández: ¿Cómo
es?
Carlos Albert.: No se andan con rodeos, es una
prensa muy conocedora. A los entrenadores les preguntan: usted se equivocó y por su culpa perdieron
el partido, ¿porqué colocó a
tal jugador en tal posición? El entrenador les contesta sin ofenderse
y explica porqué jugó de esa manera. Aquí no puedes
decir que se equivocó un técnico, un directivo o un jugador.
No les gusta.
José Antonio Fernández: Cuando
entrevisté a Germán Dehesa le pregunté por
qué se había inconformado con los dueños de Radio Mil
cuando despidieron a Mayté Noriega y a su equipo. En ese tiempo él
tenía un programa en Radio Mil y habló con los dueños.
Le pregunté a Dehesa que si no pensaba que los dueños de una
estación tienen el derecho de prescindir de los servicios de algún
colaborador, que es una decisión que pueden tomar como propietarios.
Dehesa me respondió que a él le pareció injusta la manera.
Que el modo en que despidieron a Mayté y a su equipo lo hizo rabiar,
que incluso quiso comprarles una de sus estaciones y no se la vendieron. Finalmente
Germán Dehesa terminó por salir de Radio Mil y hoy está en
Radio Red. Te pregunto lo mismo a tí: ¿crees que las estaciones
tienen derecho de prescindir de tus servicios, aunque lleves muchos años
ahí?
Carlos Albert.: Sí y no. Tiene derecho el dueño en tanto tú, como
parte de una empresa, cometas una falta administrativa que lo amerite (robes,
llegues borracho, violes, traiciones a la empresa, des secretos profesionales...).
Pero no te pueden correr por dar tu opinión como periodista, eso es
algo que no se acaba de entender. A tí no te pueden correr porque no
piensas como el dueño de una empresa. El dueño de un medio lo
es de los fierros, pero no lo es de la opinión y del criterio de los
que ahí son comentaristas. Como periodista tu opinión no está a
las órdenes del dueño. El propietario de un medio justamente
necesita hacer plural la estación para evitarse problemas. Si tiene
a un señor que dice sí al aborto, pues en el mismo medio debe
haber otro que diga: ¡no al aborto!
José Antonio Fernández: Hace
algunos años Raúl Orvañanos salió del
equipo de Canal 13 y se fue a Televisa. Creo que el cambio no perjudicó a
Orvañanos. La gente lo reconoce y lo busca. En su momento generó un
escándalo. ¿Hoy, a quién beneficia el escándalo
de Carlos Albert?
Carlos Albert.: Yo no gano nada, pierdo un foro
muy importante, salgo de una empresa (TV Azteca) a la que quiero muchísimo y dejo un grupo de compañeros
a los que también aprecio mucho. Creo que la empresa también
pierde, porque sale una persona que se ha forjado una personalidad ahí,
al que la gente reconoce como terco pero honesto. Pienso que pierden credibilidad.
El público pierde también porque dejará de ver una opción
crítica en televisión, aunque ahí sigue gente muy capaz
que tiene sentido serio y crítico. Quizá la única que
sale ganando es la competencia.
José Antonio Fernández: ¿Sería
mejor lavar los platos sucios en casa?
Carlos Albert.:No se puede hacer así. Yo creo que en México está naciendo
una democracia y la está pariendo con todo el dolor. Parte de ese nacimiento
se tiene que dar en los medios. Y al cabo de una serie de conflictos de este
tipo, los que tienen el poder van a terminar por respetar. La crítica
se volverá algo normal y acabarán esos miedos.
• La entrevista la realizé a
finales de 1995. Carlos Albert salió de
TV Azteca y decidió dedicarse a la política. Presidió el
organismo más importante del deporte en el Distrito Federal en los gobiernos
de Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles. Su opinión dura
sí hace falta en la televisión. Su valor civil para decir las
cosas beneficia a público, directivos y al desarrollo de la misma televisión.
Desde que él salió no ha aparecido ninguno crítico duro
en los deportes. Hace falta (José Antonio Fernández F.)
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