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Joaquín López-Dóriga
El País ha cambiado; hoy todos somos más tolerantes
Publicada en la Revista no. 36 el 01 de julio 1997
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Por José Antonio Fernández F.

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Joaquín López-Dóriga fue Director de Noticias de Canal 13 cuando tenía 28 años. Antes, en 1968, entró a colaborar en el periódico El Heraldo de México como asistente de la redacción. López-Dóriga estuvo en la Plaza de las Tres Culturas la sangrienta Noche de Tlatelolco. Poco ha escrito y dicho sobre eso. A la pregunta de por qué no ha dado a conocer la historia que vivió, responde que les deja ese privilegio, el de la imaginación, a los que no estuvieron ahí pero que mucho han escrito sobre lo sucedido. Entonces López-Dóriga tenía 20 años.
El 7 de septiembre de 1970, López-Dóriga había sido enviado a Copenhague por el periódico El Heraldo para cubrir la asamblea del Fondo Monetario y del Banco Mundial. Ese mismo día, Jacobo Zabludovsky iniciaba el noticiario 24 Horas. Zabludovsky le pidió que le enviara información para televisión. López-Dóriga pidió permiso para hacerlo. Cubrió el suceso y envió información sobre las manifestaciones de protesta de los estudiantes por la presencia del norteamericano Robert Mc Namara. Cuando López-Dóriga regresó a México, Zabludovsky lo invitó a que colaborara en 24 Horas. Lo hizo durante ocho años.
En 1978 fue nombrado Director de Noticias de Canal 13, por invitación del Presidente López Portillo (en un trato hablado en el que participaron Emilio Azcárraga Milmo y Rodolfo Landeros, hombre de confianza de López Portillo). En 1981 dejó Canal 13 porque lo despidió Margarita López Portillo. Dice que al respecto circulan dos rumores: uno, que fue por dineros, pero López-Dóriga afirma categórico que esa razón no puede ser porque no manejaba dineros. Y el otro rumor dice que su despido obedeció a que él no era parte del grupo con el que Margarita jugaba la sucesión. Versiones delicadas.
Tanta historia tiene por contar Joaquín López-Dóriga, que siempre nos parece escueto. Hoy publica en El Heraldo de México, conduce un noticiario diario en la radio en el 970, que se difunde en 52 estaciones de todo el país.

JOSE ANTONIO FERNANDEZ: ¿Qué significa para tí el nombre de Jacobo Zabludovsky?
JOAQUIN LOPEZ-DORIGA:
Es el que nos enseñó a todos nosotros a trabajar periodismo en televisión. Sin Jacobo, en este momento no podrías entender los noticiarios de hoy. Él fue quien abrió las puertas a los reporteros. Las abrió y nos enseñó. Jacobo enseñaba todos los días.

J.A.F.: ¿Cómo enseñaba?
J.L.D.:
Jacobo tiene métodos sencillos. Cuando llegabas con él y le decías que traías una nota importante, salía a la redacción y le preguntaba a cualquiera: ¿oye, tú conoces a fulano? Y cuando le respondían que no, te decía: esto no es tan importante.
Él nos enseñó a trabajar las notas de televisión, a no machucar, esto es, a no ofender a la gente.
Recuerdo que alguna vez un reportero joven se puso muy flamenco con un hombre muy mayor, y Jacobo se opuso a ese mal trato. Es un enemigo de los lugares comunes, y todos los días nos enseñaba a no usarlos. A diario aprendíamos algo de él.

J.A.F.: Cuando (en tiempos de López Portillo) estuviste al frente del noticiario 7 Días de Canal 13 pusiste en aprietos el rating de Zabludovsky. Esa fue la primera vez que alguien se enfrentó a 24 Horas. ¿Cómo estructuraste aquel noticiario?
J.L.D.:
Lo hice como muchas veces Jacobo y yo platicamos que debía hacerse un noticiario, así lo hice. Quizá por el tiempo y por la empresa él no podía producirlo así.
Yo le di relevancia a los reporteros. Ellos traían a diario notas. Y también le di importancia y crédito, por primera vez en la televisión mexicana, a
los camarógrafos.

J.A.F.: ¿Qué significa eso de darle importancia a los reporteros?
J.L.D.:
Quiere decir que, primero que nada, debe gustarte esto como loco. Cuando me despierto estoy pensando en esto y cuando me duermo estoy pensando en esto. Y si sueño, lo hago con esto que es mi oficio de reportero. Este oficio es obsesivo, así es.

J.A.F.: ¿Qué esperas de un reportero?
J.L.D.:
Espero información.
Para empezar yo soy reportero, casi no hago análisis. Pienso que la gente está harta de los análisis, quiere más hechos. La información no deja que te oxides. El público quiere saber que pasó en tal día, a tal hora, en qué lugar y quiénes se reunieron. Casi no doy información internacional. Pienso que a la gente le importa poco lo que pasa en Corea. A nosotros nos interesa más lo que sucede aquí.
Fue importante la independencia de Hong Kong, pero aquí en esa misma semana murió Fidel Velázquez y estábamos a días de las elecciones. ¿De qué quería hablar la gente? ¡Quería saber lo que pasaba aquí! Tú me dirás que hay que encontrar el justo medio, pero yo no creo en el justo medio.

J.A.F.: ¿Dónde dejas a la opinión, tan de moda en muchos conductores y periodistas en los últimos tiempos?
J.L.D.:
La opinión es importante cuando se apoya en hechos. Yo no trato de convencer a nadie. En un programa de noticias, la noticia es la estrella. En la medida en que uno se sube al protagonismo está muerto.
Un caso: yo di a conocer las fotografías en las que se ve al Señor de los Cielos en Jerusalén. El defensor de Gutiérrez Rebollo dice que ese viaje fue en 1996, pero eso es mentira. Yo tuve acceso a los pasaportes y está el sello del aeropuerto Ben Gurión cancelado el 27 del 7 de 1995, lo que indica que la relación la tienen, por lo menos, desde 1995.
Vuelvo a la respuesta: en la medida en que la opinión está basada en hechos, para mí es mucho más consistente.
El protagonismo de la opinión sin que estés basado en hechos puede durarte un ratito, pero eso se cae con el día a día.

J.A.F.: ¿Por qué hoy hay tanta opinión? Me refiero a esa opinión que no se basa en hechos, sino a quienes opinan a la menor provocación, sin importar el tema.
J.L.D.:
Hay opiniones muy válidas, serias y sensatas. En esto que llamamos hoy pluralidad, hay de todo. ¡Y qué bueno porque la gente pone a cada quien en su lugar!
El que haya mucho permite que la gente elija. Lo único que uno no puede pretender es engañar al público, porque hoy la gente sabe mucho. El peor pecado que hoy puede cometerse es el de la soberbia, que es el de subestimar a la gente. Subestimar es despreciar, es el momento en que piensas que te subes al púlpito y también en el que estás a punto de la locura con el yo, yo y yo.
Pienso que hay que partir del supuesto de que la gente es más inteligente que yo, y que registra cosas que muchísimas veces ni siquiera me percato. Tengo un gran respeto por el público.

J.A.F.: ¿Qué pasó por tu mente el día que quedaste fuera de Canal 13? Estabas fuera de un proyecto muy importante hecho cerca del poder, armado por tí y del que eras cabeza. ¿Hay día siguiente cuándo pasa eso o no?
J.L.D.:
Tienes que hacer tu propio día siguiente. Eso sucedió el sábado 5 de septiembre de 1981. Y tienes que hacer tu propio día siguiente porque si no te arrastra la circunstancia. Eso es como cuando a una persona le da un shock eléctrico y el médico le dice: no cierre los ojos y camine, porque de otra forma se muere. Pues aquí es igual, si te quedas quieto te mueres.

J.A.F.: ¿Cómo reconstruyes tu proyecto periodístico en ese momento?
J.L.D.:
No reconstruyes, sino construyes otro. Primero tienes que construir tu proyecto personal y luego derivas de ese lo demás. Vas avanzando y te lleva tiempo. Pero tienes una gran ventaja: después de un golpe así, sabes quién es quién. Ya no te cuentan. Eso es un enorme tesoro. Es una enorme ventaja secreta, porque muchos ni el teléfono te contestan.

J.A.F.: ¿Y ahí qué sientes?
J.L.D.:
Ahí o nadas o te ahogas.

J.A.F.: ¿Te llevó tiempo tomar vuelo otra vez?
J.L.D.:
Sí me llevó. Pero me sucedió lo que le pasa a los toreros, que llega el momento en el que dices: aquí no ha pasado nada, aunque haya pasado todo.

J.A.F.: La televisión tiene un gran encanto para quien logra ser famoso gracias a ella. Da poder, y no lo digo en el mal sentido.
J.L.D.:
La televisión implica un terrible desgaste ante el público. Hace poco Televisa sacó la lista de los programas más vistos, y entre esos cien no había ningún programa de noticias. Fue sorprendente ver el listado porque el noticiario 24 Horas siempre estuvo entre los tres o los diez más vistos. ¿Qué significa esto? Que el desgaste es total. ¿Vale la pena desgastarse así?
(En el caso de Jacobo Zabludovsky, el 5 de septiembre de 1997 cumplió 28 años de estar al aire con 24 Horas).

J.A.F.: De un año para acá estás en prensa, radio y televisión. ¿Es un momento de plenitud profesional? ¿Te sientes así?
J.L.D.:
Me siento muy bien. No peco de vanidoso, pero siento que estoy en mi mejor momento en todos sentidos: en lo personal, en lo profesional y en lo familiar. Cumplí 50 años y no me dejé arrastrar por nada.

J.A.F.: Tengo entendido que estuviste enfermo.
J.L.D.:
Me dieron quimioterapia once meses por cáncer en el colon y aquí estoy. Cuando te dicen que tienes cáncer es terrible. Le pregunté al doctor si tenía arreglo o no, me dijo que sí y me recuperé. Ya no lo tengo.

J.A.F.: Aclaro que no quiero que mal entiendas esta pregunta: pero luego de esas complicadas salidas de Canal 13, ¿hoy López-Dóriga se la juega profesionalmente con López-Dóriga primero y después con las instituciones o las empresas?
J.L.D.:
Cuando estoy en la radio, con la radio; cuando estoy en la televisión, con la televisión. Yo no miro para otro periódico, ni para otra estación de radio ni para otra televisora.

J.A.F.: Hoy tú eres la figura y así te publicitan las empresas para las que trabajas, en particular la radio y la televisión.
J.L.D.:
Lo soy en la medida que tenga información. Mi personalidad sin información se acaba, eso lo tengo muy claro, por eso me rompo el alma todos los días en busca de información.

J.A.F.: Quiero alargar la respuesta. No es mi intención halagarte, pero tu noticiario en radio se llama López Dóriga, y en televisión también es López-Dóriga. La gente te busca a tí y no a las estaciones con las que trabajas.
J.L.D.:
Tengo muy claro (por lo que he pasado) que, en primer lugar, este oficio es de equipaje muy ligero. Y, en segundo lugar, sé que puedo ser bueno o malo en relación directa a lo que piense la gente sobre un tema específico. Si alguien está de acuerdo con lo que digo, entonces soy bueno, pero si no están de acuerdo, no lo soy.
Por eso prefiero basarme en los hechos y creo en la lealtad. Gabriel Alarcón, Rogerio Azcárraga y Pedro Ferríz me tendieron la mano cuando no tenía empleo.
Yo trabajo todos los días. En esta oficina estoy hasta los domingos. Aquí no hay relojes.

J.A.F.: ¿Visitas, ves documentos, desayunas, comes con gente para obtener información en forma directa?
J.L.D.:
Para obtener información procuro no ir ni a desayunos ni a comidas. Eso es otra cuestión muy íntima. Voy a sus oficinas. A mí no se me caen los anillos por ir a verlos. Voy a trabajar. Voy a los lugares de los hechos. El otro día me invitaron a ver una documentación. Me advirtieron que me dejarían ver, pero que no podría tomar apuntes ni fotografías, y fui a ver.
Yo tengo con ver y ese trabajo lo hago solo.

J.A.F.: Esa soledad te permite mantener distancia con el poder. Porque estar cerca de los poderosos siempre da algo. De hecho, la mayoría de la gente no está cerca del poder. ¿Cuántos van a las giras presidenciales, a cenas y reuniones de alto nivel?
J.L.D.:
A cenas yo no voy, y a las giras asisto porque me envía El Heraldo de México.
Al primer Presidente que traté fue a Echeverría... y vas aprendiendo. Yo a los Presidentes les hablo de usted, para que no se les olvide que son Presidentes. Es como a los curas, que aunque no voy a misa no puedo hablarles de tú. Un Presidente no puede tener amigos.

J.A.F.: Pero sí tienen amigos al final de cuentas, ¿o no?
J.L.D.:
Eso lo saben ellos cuando dejan de ser presidentes.

J.A.F.: ¿Tener relaciones a esas alturas, como reportero, dan mareos? El que el vecino, el amigo, el familiar sepa que te vas a la gira con el Presidente...
J.L.D.:
Hoy, a mí no. Al principio sí, inevitablemente. Por supuesto altera, te puede hasta enloquecer. A mí no me enloqueció. Lo importante es que te altere joven, porque después...

J.A.F.: ¿Cómo te altera?
J.L.D.:
Te lo crees, crees que eres tú y no tu periódico. Lo importante es que eso ocurra y te decepcione muy joven para que no te pase de viejo. Porque cuando te pasa después son unos irigotes que para qué te cuento.
Yo voy a las giras y viajo en el avión de prensa con mis compañeros reporteros. Hago mi nota muy bien (sin vanidades), la escribo, la reviso y trato de que aquello que hago sea distinto, no sólo de los demás sino de lo que yo mismo hice ayer.

J.A.F.: ¿Qué pasa con el medio del círculo del poder que te conoce, cuando de nuevo López-Dóriga entra a la televisión y de inmediato lo hace con peso invitando al set a personalidades de primer nivel del mundo de la política?
J.L.D.:
Eso de los círculos del poder ya no lo tomo como un registro.
Yo no soy hombre de rencores. Una cosa es cómo escribo en la columna del periódico y otra diferente cómo entrevisto en televisión.
No voy a llevar a nadie a la televisión a pasarle facturas (facturas en sentido profesional).
Te pongo el caso de Porfirio Muñoz Ledo: a él lo acabo de entrevistar para el programa, y Porfirio y yo dejamos de hablarnos en 1975 (es una historia muy larga).

J.A.F.: ¿Qué pasó?
J.L.D.:
Porfirio se sintió ofendido porque cuando arrancó la campaña de López Portillo en Querétaro se sintió excluido de la información, y me fue a acusar con el Presidente Echeverría, diciendo que yo estaba provocando, incluso, un enfrentamiento entre el Presidente y el Candidato. La cosa llegó a extremos desagradables hasta de sanciones a la empresa.
Emilio Azcárraga se fajó bien, y me envió a España a cubrir desde el primer estornudo de Franco hasta que lo enterramos la madrugada del 20 de noviembre del 75. Ahora que invité a Porfirio al programa me mandó decir que estaba preocupado. Le respondí que no se preocupara, que yo no lo invitaba a la entrevista para desquitar nada. Y la entrevista salió muy bien.

J.A.F.: Mucha gente pudiera pensar que llevas una relación estrecha con ese tipo de invitados.
J.L.D.:
Te puedo decir que en año y medio de programa nunca he ido ni a desayunar, ni a comer ni a cenar con ningún invitado ni antes ni después de la entrevista. Ya salí mucho de noche. Termina la entrevista y se acabó. Voy por la siguiente.

J.A.F.: ¿No hay mayor relación?
J.L.D.:
Sí necesitas estar relacionado, pero la relación no implica la intimidad.

J.A.F.: Llevas en el primer plano del periodismo muchísimos años. Quizá la pregunta es obvia, ¿crees que el país cambia?
J.L.D.:
Claro que cambia, y el que diga lo contrario que se lo pregunte a los priistas de la ciudad de México.

J.A.F.: ¿Existe también el cambio en el periodismo que se hace hoy en México?
J.L.D.:
Sí, sin duda. Creo que todos, o al menos yo he tenido que aprender a ser más tolerante. A actuar más con la razón que con el hígado. Por ejemplo, Carlos Castillo Peraza y yo tuvimos unas discusiones terribles al aire, y no nos hablábamos. Un día tuve que entrevistarlo y lo entrevisté. Me sentí obligado y le dije: conmigo no tenga ninguna reserva, aquí no ha pasado nada. Castillo me respondió que lo importante era que sí habían pasado cosas, y que me agradecía que le hiciera la aclaración. Ambas actitudes, la de él y la mía, me indican que esto ha cambiado. Antes, ni él me hubiera hablado ni yo le hubiera contestado.
Hoy existe una mayor tolerancia de todos. Y con la mayor tolerancia hay mayor respeto, y en ese campo de la tolerancia y el respeto están los hechos. Todavía tenemos terreno por andar. Tenemos que superar aún, el asunto de la descalificación.

• La entrevista la realicé a fines de 1997. Joaquín López-Dóriga continúa escribiendo en El Heraldo de México y conduce cada tarde con mucho éxito de auditorio el noticiario de radio Fórmula. En la entrevista habla del programa de televisión (de entrevistas) que hacía para Multivisión. Y en el año 2000 volvió a Televisa para ser el conductor del noticiario nocturno del Canal 2, en donde su oficio de reportero lo tiene colocado como el programa de noticias de mayor audiencia de la televisión mexicana.
Aunque la grandes cadenas de televisión (Televisa y TV Azteca) siguen mostrando titubeos en la apertura informativa, Joaquín López-Dóriga está innovando. Sabe que tiene un compromiso con la apertura y se nota que no piensa hacer un mal papel en la nueva historia. Sabe, también, que cada noche requiere demostrarlo (José Antonio Fernández F.)



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