Por José Antonio Fernández
F.
Eduardo Salazar es el primer mexicano que narra la guerra en vivo por televisión
justo desde el lugar exacto del bombardeo. Ya antes otros reporteros habían
estado presentes en cruentas guerras, pero ningún mexicano había
tenido la oportunidad de lanzar sus crónicas en vivo en el momento justo
de un ataque aéreo. Salazar pudo salirse de Bagdad y no vivir esas noches
de terror, pero no lo hizo. Decidió quedarse junto con sus compañeros,
Jorge Pliego y Alejandro Valerio (camarógrafo y asistente). De hecho,
es la primera ocasión en la historia que reporteros no norteamericanos
narran un bombardeo en vivo desde el lugar de los hechos.
La noche del 20 de marzo del 2003, Eduardo Salazar narró el inicio de
la guerra desde un balcón del piso 16 del hotel Palestina. Ninguna otra
cadena lo hizo como él. La cronista de CNN parecía que narraba
un partido de tenis, con voz queda y tranquila, como para no molestar a los
pilotos de los bombarderos. Salazar, en cambio, dejó sentir los horrores
de la guerra a los espectadores que lo seguimos. Su crónica fue despiadada.
No ocultó su miedo, transmitió todo "lo que sus ojos vieron"
y su piel sintió. Sin duda, fue el primero también que con sus
duras crónicas y reportajes desde la ciudad de Bagdad, en Irak, descubrieron
al mundo un abanico de preguntas junto con la tragedia de la guerra. Una gran
tragedia que sumada a decenas de crónicas hechas con base en información
confidencial del mismo gobierno de Estados Unidos, mantienen hoy al presidente
George W. Bush en el centro de la polémica. Y es que las armas químicas
de destrucción masiva de Hussein, motivo por el que inició la
guerra, simplemente no aparecen por ningún sitio de Irak.
Jose Antonio Fernández: ¿Por qué
decides ser periodista?
EDUARDO SALAZAR: Desde muy niño, desde la primaria, siempre me
gustó ver las noticias en televisión. Me gustaba ver a Jacobo
Zabludovsky en Canal 2 a las 2 de la tarde.
En primaria me encargaron un trabajo de investigación y de manera espontánea
se me ocurrió ir a una zona de la ciudad y preguntarle a la gente por
qué habían llegado a vivir a esa colonia. Me di cuenta que eso
era lo que quería hacer cuando creciera. Después vi dos películas
que me encantaron: Bajo fuego y Los sonidos del silencio. Ambas tratan de corresponsales
de guerra, una en la guerra de Camboya y otra en Nicaragua. Cuando las vi le
dije a mi mamá: "yo quiero ser corresponsal de guerra". Me
respondió: "estás loco, eso es muy difícil".
Le contesté: "pues yo voy a ser corresponsal de guerra". Desde
hace muchos años que tenía ese gusanito dentro de mí.
Jose Antonio Fernández: ¿Estudiaste periodismo?
EDUARDO SALAZAR: Estudié la carrera de Comunicación en
la Universidad del Nuevo Mundo. Lo que me enseñaron ahí de periodismo
fue muy básico. La ventaja que tuve es que desde el primer semestre de
la carrera entré a trabajar a Televisa. Estudiaba en la mañana
y practicaba por la tarde.
Jose Antonio Fernández: ¿Cómo
entraste a Televisa?
EDUARDO SALAZAR: Cuando empecé la carrera decidí tocar
puertas. Primero estuve en Imevisión en el programa de Luis Carbajo.
Ahí era YVM (el asistente que lleva cafés, papeles y lo que se
ofrezca). No me gustaba lo que hacía y tampoco vi que pudiera ahí
convertirme en periodista.
Hablé con mi papá, que es médico. Le pregunté si
conocía a alguien en Televisa para tratar de entrar. Por fortuna conocía
a don Aurelio Pérez. Lo contactó y me dieron una cita. Me advirtió
que en ese momento no había contrataciones, que me invitaba a entrar
pero por el momento sin cobrar. Así estuve un año. Al principio
acompañaba a los reporteros. Después me pusieron de guardia en
la noche cubriendo la nota roja. Ahí estuve cuatro años. Se aprende
mucho en la calle. Yo creo que es en la calle en donde los periodistas nos hacemos.
En el momento en el que empecé a cubrir la noche me empezaron a pagar.
Mi jefe se fue de vacaciones y Ana Cristina Peláez me invitó a
cubrir la guardia de noche. Acepté con cierto miedo, porque era mucha
responsabilidad que la jefatura de información nocturna dependiera de
mí.
Jose Antonio Fernández: Pero
ya llevabas un año.
EDUARDO SALAZAR: Sí, pero el aprendizaje no se da tan rápido
como uno quisiera. Además, ahí hablaba todo el mundo y eso lo
complicaba más.
Cuando mi jefe regresó, me dijo: "como ya está haciendo guardias
de noche, vaya a que lo contraten".
Jose Antonio Fernández: ¿Cuándo
dormías?
EDUARDO SALAZAR: No creas que en la noche era
todo el tiempo estar en friega. Es una guardia y debes estar alerta para salir
en cualquier momento. Había noches muy tranquilas que me permitían
recuperar.
Después me cambiaron a cubrir la fuente de policía, pero de día.
Cuando Carlos Salinas se lanzó a la Presidencia, los reporteros más
importantes cubrían los actos de campaña y eso me abrió
el camino para cubrir algunas conferencias de prensa de otro tipo. Me mandaron
a cubrir lo de King a Los Angeles. Fue casual mi asignación. Me enviaron
porque yo era el único de los que estábamos en ese momento en
la oficina que hablaba inglés. Después fui a la Cumbre de la Tierra
en Brasil, con Rita Gánem. La verdad es que todavía era bastante
inexperto.
Jose Antonio Fernández: ¿Qué
te sucedía que te sentías todavía inexperto?
EDUARDO SALAZAR: Me ponía muy nervioso hablar en televisión.
Quería hacerlo, pero los nervios me subían. Mis primeros enlaces
fueron patéticos. La primera vez que salí en televisión
en vivo fue para el noticiero de Jacobo Zabludovsky. Yo estaba en una zona del
sur de la ciudad de México en donde había una gran inundación.
Cuando me avisaron que iría al aire con Jacobo Zabludovsky de plano sufrí
un bloqueo. Empecé a pensar que tenía una gran responsabilidad
y aunque lo quería hacer tenía miedo de regarla. Llovía
a cántaros, todo estaba lleno de lodo. Antes de entrar al aire me puse
tan nervioso que no me fijé donde pisé. Perdí un zapato.
La lluvia bajó de intensidad pero yo seguía con el paraguas abierto
y mal sostenido, por lo que terminé totalmente mojado.
Jose Antonio Fernández: ¿Cómo
resultó tu participación al aire con Zabludovsky? ¿Qué
dijiste?
EDUARDO SALAZAR: Fue pésima. No dije nada. Estaba bloqueado. Eso
fue un tremendo retroceso para mí. Hoy me doy cuenta de que son cosas
que suceden y que no tiene nada de malo tener miedo. El miedo es un buen aliado
siempre y cuando lo logres manejar. Porque de alguna forma aprovechas el miedo
para comunicar lo que está pasando frente a tí.
Jose Antonio Fernández: ¿Qué
te dijo Jacobo Zabludovsky?
EDUARDO SALAZAR: Me dijo que había estado muy mal. Que si no era
capaz y muchas cosas más. Estuvo bien que me regañara porque la
verdad lo hice fatal. En Televisa me vieron como inexperto y eso significó
un retroceso para mí. Con mis amigos, conocidos y mi esposa, resultó
patético.
Jose Antonio Fernández: ¿Te
dijeron malos comentarios?
EDUARDO SALAZAR: Esta chamba de reportero es como la del arquitecto:
las casas que construye están a la vista. Cuando le quedan bien no hay
problema, pero si la casa está fea todo mundo se entera que tú
la hiciste y que no te salió bien. Así es la televisión,
cuando lo haces bien todos hablan bien, pero si lo haces mal todo mundo lo crítica
y es muy difícil quitarse ese estigma.
Jose Antonio Fernández: ¿Alguien
te motivó o recibiste puras críticas?
EDUARDO SALAZAR: No me motivaron, pero les agradezco que hayan sido así
y estoy consciente hoy que en la vida muchas veces tienes que salir adelante
por tí mismo. Aunque sientas que te están regañando, en
realidad estás recibiendo una lección.
Jose Antonio Fernández: ¿Sentiste
durante varios días tristeza o una especie de depresión?
EDUARDO SALAZAR: Claro, imagínate: mi primer enlace en televisión
en el noticiero en el que quería estar, y sale patético. Por supuesto
que estaba muy desmotivado. Pero como ese episodio, a lo largo de toda mi trayectoria
han ocurrido más. Así es este trabajo. Vas subiendo escalones
y a veces te resbalas y te cuesta trabajo volver a tomar el paso. Te puedo decir
que yo estuve tres veces en Irak. Creo, al igual que mis compañeros Jorge
y Alejandro, que nuestro trabajo fue muy bueno, pero la verdad es que nuestra
labor había pasado desapercibida hasta la noche de los bombardeos.
Jose Antonio Fernández: ¿Tu
siguiente enlace en vivo lo hiciste con Jacobo Zabludovsky?
EDUARDO SALAZAR: Sí, fue con él. No estuvo bien pero tampoco
estuvo tan mal. El hecho de que me volviera a dar la oportunidad me motivó.
Cuando regresé de la Cumbre de la Tierra, Guillermo Ortega me invitó
a cubrir la ciudad en motocicleta para el noticiero de la mañana. Rolando
Medina lo hacía desde el helicóptero. A la muerte de Rolando Medina,
Guillermo Ortega me invitó para que me subiera al helicóptero.
Volé 9 años.
Jose Antonio Fernández: Mucha
gente sale por años en televisión y la gente no los recuerda.
Tú te haces famoso en forma rápida. ¿Ideaste una estrategia
para que el público te identificara?
EDUARDO SALAZAR: No, ninguna. Yo creo que influyó en forma determinante
el hecho de que me subí al helicóptero después de la tragedia
de la muerte de Rolando Medina. Al sepelio de Rolando fueron miles de personas.
No te exagero, pero fue casi tanta gente como cuando murió Cantinflas.
El helicóptero es mágico. Si tú pones hoy en pantalla un
bache, con toda seguridad a los dos o tres días ese bache ya está
arreglado. La gente se da cuenta de que la puedes ayudar y de hecho la ayudas
al dar a conocer sus problemas. Y eso te da cierta fama. Con el helicóptero
ganan todos: la gente, porque se le solucionan sus problemas; el gobierno, porque
demuestra que soluciona los problemas; y nosotros como medio, porque cumplimos
la función de vínculo de comunicación efectivo entre la
sociedad y el gobierno.
Jose Antonio Fernández: ¿Eres
crudo con tus crónicas?
EDUARDO SALAZAR: Desde Irak yo solamente hablaba lo que veía,
lo que sentía, lo que me había dicho la gente y lo que yo mismo
había vivido desde el día que llegué. Por eso te decía
hace un momento que los nervios y el miedo son muy importantes. El miedo llega
a ser tu aliado más importante, para realizar tu trabajo y para salir
con vida.
Si tú pierdes el miedo te conviertes en un inconsciente y eso te puede
costar la vida. Y, además, dejas de transmitir lo que la gente realmente
está viviendo en ese momento.
Yo pensé en Irak que había que transmitir lo que la gente sentía.
¿Qué era eso? Sentían lo mismo que nosotros al estar encerrados
en un cuarto en una ciudad que era bombardeada. Sentíamos pánico,
terror. Esos sentimientos los integras con lo que te platicaron, lo que viste
y lo que sucede en el momento, y eso lo narras. Si pierdes el miedo te vuelves
una persona muy fría que buscas el morbo. Es muy fácil caer en
ese tipo de trampas.
Jose Antonio Fernández: ¿Has
caído en el morbo?
EDUARDO SALAZAR: No lo sé. ¿Te parece que en la narración
del ataque a Bagdad caí en el morbo?
Jose Antonio Fernández: No, a mí no.
Te pregunto: ¿a quién
le dijiste o quién te dio luz verde para que te fueras a Irak?
EDUARDO SALAZAR: En 1991, cuando sucedió la Guerra del Golfo,
yo quería ir a Irak porque quería ser corresponsal de guerra.
Fui a la embajada de Irak y me dieron la visa. Regresé a Televisa a la
oficina del licenciado Zabludovsky, le mostré mi visa y le pedí
ir a Irak. Me dijo que no, que la corresponsalía era para otro tipo de
personas. Por supuesto que me sentí mal porque me estaba coartando un
anhelo que yo perseguía. Diez años después viene lo de
las Torres Gemelas de Nueva York, y yo sabía que Sadam Hussein seguía
siendo el enemigo más incómodo de Bush. Pensé que en Irak
ocurriría algo. Televisa organizó un gran despliegue informativo.
A Alberto Peláez lo mandan a Afganistán, a Kasia Wyderco también
la colocan en la zona y querían mandar a una persona más a Irak.
En una junta comentan que quieren enviar a alguien a Irak pero que está
complicado porque no están dando visas. Me fui a la embajada de Irak
a pedir nuevamente una visa, tal y como lo hice casi doce años atrás.
Fui con mi jefe, el Dr. Leopoldo Gómez, y me dijo que si obtenía
la visa me iba a Irak.
Mis compañeros y hasta mi mujer me hacían todo tipo de bromas,
porque pensaron que no la iba a conseguir. Se tardaron menos de un mes en dármela.
Cuando recibí la visa me puse feliz. Fue un sábado. Me llamó
el embajador y me puse a brincar. Estaba haciendo fila en un banco. La gente
se me quedaba viendo con cara de: "¿qué le pasa a este cuate?".
Fui con el Dr. Gómez y me dio luz verde.
Yo sabía que iba a ser complicado, pero cuando llegamos a Irak nos encontramos
con un país en el que la prensa estaba exageradamente controlada. No
podías grabar ni entrevistar sin la presencia de un guía, que
era el que controlaba todo lo que yo quería grabar. Ese guía no
nos dejaba grabar casi en ninguna parte, cobraba por estar con nosotros y estaba
las 24 horas pendiente de que el camarógrafo no hiciera tomas de edificios
gubernamentales. No permitía que en el coche viajáramos con la
cámara prendida. Con todo y todo, en esa primera visita me quedé
un mes y realicé 30 reportajes. Mucho de lo que hice ahora fue gracias
a esa primera visita.
En esa primera visita a Irak ocurrió una tontería justo cuando
dábamos la noticia al aire del ataque norteamericano a Afganistán:
en el noticiero de Joaquín López Dóriga colocaron en pantalla
4 señales simultáneas, en una estaba Joaquín López
Dóriga, en otra aparecía Alberto Peláez, en otra más
Gaby Reséndiz y en la cuarta yo desde Bagdad. Hice mi enlace y todo salió
bien. Luego de unos minutos dejé de escuchar a Joaquín López
Dóriga y el productor, Jorge González, se conectó conmigo.
Me empezó a decir que a cuantas iraquíes me había... y
cosas por el estilo. Yo no le respondí nada. Pero insistió varias
veces con su broma. De manera errónea, yo le hice la señal de
aprobación con el dedo pulgar y sonreí. Eso coincidió con
que Joaquín se despedía de mí al aire, pero como yo no
lo escuchaba simplemente no le contesté. Después Joaquín
se despidió de Alberto Peláez y volvió a coincidir que
yo de nueva cuenta hacía la señal con el dedo pulgar de que todo
había salido bien y de nuevo sonreí hasta la risa. Y además
yo aparecía volteando a ver la pantalla de Alberto Peláez. Era
como si me burlara de Peláez. Fue un desastre lo que pasó.
Recibí una llamada de México de uno de mis jefes diciéndome
que mi carrera se había ido a la mierda. No entendía nada. Le
hablo a mi mujer y de inmediato me dijo: "pero, ¿por qué
te ríes, qué te pasa?". Fue entonces que me cayó el
veinte de lo que había sucedido.
Jose Antonio Fernández: ¿Qué
pasó cuando regresaste a México luego de ese primer viaje a Bagdad
y de esa mala presentación tuya al aire?
EDUARDO SALAZAR: Regresé a México en noviembre del 2001.
Cuando llegué a Televisa nadie me preguntó ni me hizo comentarios
de mis reportajes. Todo mundo llegaba y me decía: "oye, ¿qué
hiciste, de qué te ríes? Causaste pena ajena".
Yo me sentí muy mal. No se si fue coincidencia o no, pero me bajaron
del helicóptero luego de 9 años de volarlo. Había estado
con Guillermo Ortega, Ricardo Rocha, Guillermo Ochoa, Francisco Fortuño
y Sofía Villalobos, Joaquín López Dóriga y Lourdes
Ramos y con Jorge Berry y Lourdes Ramos. Al llegar el programa En contraste
deciden que el helicóptero lo iba a hacer una mujer. Yo no quería
perpetuarme en el helicóptero, pero me bajaron para hacer lo mismo que
hacía 9 años antes: guardias. Fue un retroceso para mí.
Jose Antonio Fernández: ¿Cuándo
regresas a Irak?
EDUARDO SALAZAR: De nueva cuenta vi que las hostilidades de Bush y Blair
contra Hussein iban en aumento. Hablé con el Dr. Gómez y pedí
ir otra vez a Irak. Antes de irme hubo gente en Televisa que me dijo que tuviera
mucho cuidado. Que no pensara yo que por el hecho de ir a Irak me pasarían
cosas buenas llegando a México. Que jamás creyera que eso me ayudaría
a crecer. Que el viaje anterior había sido un retroceso más que
un avance dentro de mi carrera. Yo sólo escuché. Me quedé
callado.
Estuve un mes en Irak. Ya conocía como se mueve todo. El ministerio de
Información cobraba mucho por estar en Irak. La visa había que
renovarla cada diez días. Recorrimos todo el país. Cubrimos el
referéndum que estuvo lleno de transas. Grabamos a una mujer que voto
cinco veces, luego la entrevistamos y negó que lo hubiera hecho. Al mes
regresé a México. Llegué a Televisa y entré a una
junta en donde estaban todos los grandes ejecutivos. Nadie ni siquiera me volteó
a ver. Ya no hubo tonterías como la que sucedió en el primer viaje,
pero me quedaba claro que luego de 75 reportajes (45 del segundo viaje), mi
trabajo había pasado desapercibido. Es crudo decirlo, pero es la verdad.
Al término de la junta uno de los presentes comentó que había
regresado de Irak. Me sentí frustado, muy mal. Ahí recibí
la noticia de que otra vez me subirían al helicóptero. En parte
fue buena noticia para mí porque ganaría más, pero lo que
yo quería era crecer. Tomé lo que me daban.
Jose Antonio Fernández: ¿Cuándo
regresas para cubrir la guerra de Irak?
EDUARDO SALAZAR: En enero el clima de guerra aumenta. Jorge Berry me
dijo que necesitaba que el 27 de enero estuviera en Bagdad para transmitir desde
esa noche para el noticiero de Joaquín López Dóriga. Era
la fecha final del plazo que Estados Unidos había dado a los observadores
de la ONU para que dieran su informe sobre la posesión de armas de destrucción
masiva del gobierno de Hussein. El 27 de enero de este 2003 llegamos a Bagdad
junto con 400 periodistas más de muchísimos países.
Cada diez días había que humillarse y rogar para que las autoridades
iraquíes renovaran nuestras visas. A muchos periodistas los corrieron.
A nosotros nos ayudó la postura de México y del Presidente Fox
Más respuestas de Eduardo Salazar exclusivas para Canal100.com.mx
1.- La postura del Presidente
Fox ante la guerra de Irak nos abrió a nosotros muchísimas puertas.
Fue muy aplaudida por todos los periodistas que estábamos allá.
Eso me sirvió de mucho. Yo les decía a los iraquíes: soy
el único reportero mexicano que está aquí. México
está en contra de la guerra y su voto es importante en el Consejo de
Seguridad de la ONU. Es importante que yo pueda estar aquí para enviar
mis reportes. Y cuando llegaba el día diez para renovar la visa, me la
volvían a dar.
2.- Las visas
en la guerra de Irak eran parte del negocio. Cada visa costaba 200 dólares
cada 10 días.
3.- En el fondo
lo que yo quería era cumplir mi anhelo de ser corresponsal de guerra.
Por eso cuando la gran mayoría de los 400 periodistas que estaban en
Irak se querían ir justo unos días antes de empezar la guerra,
yo decidí quedarme. Nos cambiaron de hotel y el ambiente entre nosotros
los periodistas era muy difícil. Ni Jorge Pliego, ni Alejandro Valerio
ni yo nos quisimos salir de Irak. No quisimos salirnos de Irak porque fuimos
a contar la historia. Justo cuando empezaba la guerra sentimos que era nuestra
obligación quedarnos. Si no hubiéramos estado ahí nadie
de México la hubiera contado. Televisa busca que todas las partes de
un conflicto den su punto de vista. Por eso estar en Irak en los días
de la guerra era muy importante. De Televisa nos dijeron que estaban muy preocupados
por nosotros porque la información que tenían era que se iban
a usar armas de destrucción masiva. Nos dio muchísimo miedo. Sentíamos
que estaríamos bien siempre y cuando todos los periodistas que nos quedamos
en Bagdad permaneciéramos juntos. Y así lo hicimos, nos cambiaron
al hotel Palestina y formamos un gran familia. Eso nos sacó adelante.
4.- En el hotel
Palestina estábamos con periodistas españoles, italianos, portugueses,
un chileno, un argentino (Gustavo Sierra) y nosotros. De España había
periodistas de La razón de España, Tele 5, Antena 3, El Mundo...
5.- Todas las
noches nos juntábamos todos en nuestra habitación (la 1602) del
hotel Palestina. Éramos como 30. Nuestra habitación estaba en
el piso más alto. La vista que teníamos era espectacular. Se veía
todo Bagdad. Además era una suite, con dos recámaras y una sala.
El balcón tenía tiro de cámara para todos lados. Esa suite
les daba oportunidad a todos los camarógrafos de las demás televisoras
a colocarse en el balcón para hacer su reporte de los bombardeos. Desde
el balcón se lanzaba la señal de audio vía satélite.
La imagen se enviaba vía algunas agencias: PTN, Reuters y otras.
6.- La información
es un gran negocio en la guerra. El ministerio de Información de Irak
se ha de haber llevado millones de dólares. Allá hacíamos
la broma de que después del petróleo la entrada más importante
de Irak éramos los periodistas. Antes de la guerra llegamos a estar ahí
400 periodistas. Por cada equipo de televisión (reportero, sonidista
y camarógrafo) el régimen iraquí cobraba 350 dólares
diarios. El guía cobraba diario entre 200 y 300 dólares. Sólo
había 40 guías y no era posible salir a trabajar sin un guía.
Por eso los guías se aprovechaban y se iban con el mejor postor. Si los
japoneses les pagaban 500 dólares diarios, se iban con ellos. Además,
el coche nos costaba 200 dólares por día y el hotel 300 dólares
por día. Durante la guerra hubo quien pagó hasta 1,000 dólares
por día por una habitación.
7.- Todo el dinero
se manejaba en efectivo en Irak, porque allá no hay tarjetas de crédito.
Parte de nuestras ocupaciones era la de cuidar el dinero. Antes de que empezara
la guerra había cajas de seguridad en el hotel Al Rasheed, el más
importante de Bagdad. Después, cuando empezó la guerra, nos pidieron
cambiarnos al hotel Palestina por que el Al Rasheed era un blanco seguro. Como
en el hotel Palestina no había donde dejar el dinero (el Palestina estaba
muy deteriorado desde antes de la guerra), lo guardábamos en las botas
y entre las ropas.
8.- Las habitaciones
del hotel Al Rasheed tenían cámaras de circuito cerrado porque
el régimen iraquí vigilaba a sus huéspedes y registraba
lo que se hacía y decía dentro de los cuartos.
9.- Cuando terminó
la guerra de Irak con Irán en 1998, en el vestíbulo del hotel
Palestina el gobierno firmó jugosos contratos de compra de armas con
traficantes de armamento de Estados Unidos, Francia, Alemania y la antigua Unión
Soviética. Ahí en ese vestíbulo del hotel Palestina les
vendieron armas de destrucción masiva a los iraquíes. Es curioso
que 15 años después los periodistas hayamos sido testigos de la
caída del régimen desde ese hotel Palestina.
10.- No pude entrevistar
a Sadam. En los últimos doce años sólo concedió
2 entrevistas. Una la hizo Fernando Alcalá, de ECO, y otra fue antes
de empezar la guerra con Dan Rather.
11.- A Sadam no
se le veía por ningún lado. Las imágenes que aparecían
de él por televisión casi siempre eran grabadas. Una vez vimos
a uno de sus hijos. El chofer nos dijo que no volteáramos a verlo. Le
daba miedo de que si lo veían observando al hijo de Sadam lo mataran.
12.- Yo viví
engañado en Irak. Pensé, antes de la guerra, que la población
sí quería a Sadam. Me di cuenta después de la guerra de
que no lo querían. En la televisión aparecía todo el tiempo
besando niños, disparando escopetas y saludando a los ancianos. Era una
manipulación de información impresionante. Entrevisté a
iraquíes que me decían que estaban dispuestos a dar su vida por
Sadam. Lo ponían antes de su familia. Decían que lo defenderían
con su vida, pero cuando se liberaron de él lloraban de la emoción
de que ya no estaba más.
13.- Pensamos
que la guerra sería larga, que al menos estaríamos 6 meses en
Irak. Pero no fue así porque no hubo resistencia. Toda esa gente que
entrevisté y que me dijeron que darían su vida por defender a
Sadam, me la encontré cuando llegaron los tanques norteamericanos al
hotel Palestina. Las vi llore y llore y llore y llore porque se sentían
liberados de Sadam Hussein. Nuestro guía, Karim, que era un defensor
de Sadam, que decía que la pobreza de los iraquíes era por culpa
del embargo económico de Estados Unidos y la ONU, que decía que
Sadam era un pesona que había sacado adelante a Irak a pesar de todo,
se puso a llorar cuando nos acompañó a conocer los Palacios que
él no sabía que existían. Nos dijo que siempre había
pensado que Sadam era pobre. Te puedo decir que las puertas del Palacio de Sadam
eran de oro macizo, no estaban forradas de oro, eran de oro.
14.- Sadam tenía
un trasatlántico en el Tigris. No era un yate, era un trasatlántico
para él y su familia. Se robaron millones y millones y millones de dólares
del pueblo.
15.- Sí
valió la pena arriesgar mi vida. Es la primera guerra que no cuentan
en vivo los que la ganaron, la narramos los periodistas que estuvimos de testigos.
Es la primera guerra que se narra en español en vivo. En la guerra del
91 no nos entéramos casi nada del sufrimiento del pueblo, en cambio ahora
sí conocimos de cerca lo que sucedió.
16.- La guerra
se puso en entredicho por la información que salió al mundo de
todos los periodistas que ahí estábamos. Las mentiras de Bush
están saliendo a relucir por todas partes. La verdad es que la prensa
estadounidense se vio muy mal en esta guerra. Fue patético lo del rescate
de la soldado que fue una farsa absoluta. Si no hubiéramos estado ahí,
estuviéramos pensando hoy que era verdadera la crónica.
17.- Los gringos
empezaron a contar cosas que no eran verdad, que no se veían ahí.
Organizaban disparos y sus reporteros grababan esos shows.
18.- Fue patético
ver a la famosisíma corresponsal Cristiana Mampur, que era mi ídolo,
entrar al hotel Palestina con un séquito de 9 marines cargándole
las maletas. En realidad era vocero del gobierno norteamericano.
19.- Cuando empezaron
los bombardeos, Joaquín López Dóriga me dijo: tú
narra lo que te dicen tus ojos. Tus ojos son los de todos los mexicanos. Narra
lo que veas. Nada más.
20.- La gente
de México me ha mostrado en forma impresionante su cariño. Me
han pasado cosas increíbles.
21.- No sé
que pasó. Creo que la gente apreció nuestro trabajo porque mostramos
el lado humano.
22.- Yo nunca
había sentido una bomba. En Irak no dormíamos porque los ataques
eran de noche. Da miedo, mucho miedo. En uno de mis reportes alguien que estaba
en el noticiero de Adela Micha me dijo que levantara más la voz. Joaquín
López Dóriga lo escuchó y me dijo: "tú no hagas
caso de eso, narra lo que ves, lo estás haciendo muy bien".
23.- Para mí
hablar con Joaquín era como hablar con mi papá.
24.- Cada bomba
se siente, te avienta.
25.- Nadie nunca
en Televisa me dijo qué decir y qué no decir. La instrucción
de Joaquín era muy clara: narra lo que te dicen tus ojos.
26.- Jorge Pliego
se salvó del ataque del tanque norteamericano porque regresó a
la habitación por un
videocassette. Él estaba en el balcón. Antes del ataque del tanque
comentamos entre nosotros que era la primera vez que veíamos los aviones
de guerra porque se había disipado el humo de las hogueras que había
mandado prender Hussein para crear una terrible niebla, y también por
primera ocasión observamos tanques estadounidenses frente a nosotros.
Un avión hizo piruetas sobre el hotel Palestina y dejó caer unos
señuelos. Lo tuvimos en vivo con Joaquín. Al rato escuchamos una
explosión ensordecedora y se cimbró el edificio.
Se botaron tapas de baños, cayeron rejillas y sentimos un golpe fuertísimo.
Jorge Pliego había regresado un momento a la habitación por un
videocassette. Luego del bombazo regresó al balcón y empezó
a gritar que su cámara se estaba incendiando, que le habían pegado
al hotel. En ese momento todo nos levantamos y salimos corriendo, porque sabíamos
que cuando una bomba pegaba en un edificio vendrían otras más
para destruir todo.
27.- Luego del
ataque al hotel todos teníamos pánico. Por ese ataque murieron
dos compañeros periodistas que estaban en el balcón. No había
ya manera de salir de Irak, aunque quisiéramos.
28.- Cuando regresé
a México pensé que había valido la pena esperarse a la
guerra. Entré a la misma sala de juntas y estaba la misma gente (de Televisa)
que tres meses antes no se había dado ni siquiera cuenta de que había
llegado de Irak. Cuando me vieron entrar a la sala de juntas, en esta ocasión
se pararon todos y me
dieron una ovación de diez minutos. Me sentí increíble.
29.- Mi esposa
ha sido una persona fundamental en mi carrera. Ella ha vivido todos mis tropiezos.
Es crítica y me dice las cosas tal cual. Es muy incómodo pero
muy importante. Mucho del trabajo que hice allá fue por mí y,
al mismo tiempo, por ella. Me ha costado trabajo convencerla de que crea en
mí, pero cree en mí.
José Antonio Fernández:
Luego de esta larga plática me quedo con la impresión de que quien
más ha creido en tí has sido justamente tú, y que tú
has sabido reponerte de las buenas y las malas. ¿piensas lo mismo?
Eduardo Salazar: Una vez escuché decir a Enrique Ponce, el torero,
que cuando él se viste de luces y pone un pie en el ruedo, en ese momento
el se cree que es Enrique Ponce, el torero. Si no se lo creyera, sería
imposible que en verdad fuera torero. Y esto pasa aquí, en la televisión
también. Debía creérmela, creen en mí, en el reportero,
en el corresponsal de guerra. Si no crees en tí te pasa como a mí
cuando perdí el zapato en el lodo, que creía que la iba a regar
y la regué.
José Anntonio Fernández:
Yo te doy el más amplio reconocimiento. Hiciste toda una película
extraordinaria en unas cuantas semanas que nos enseña a todos por tu
valor y nivel de profesionalismo. Y que también nos obliga a no perder
de vista el horror de la guerra. Entrevistarte es todo un orgullo para mí,
y supongo que tu historia tendrás que contarla una y otra vez.
Nota final: A Eduardo Salazar le sucedió
una anécdota digna de contarse, que me fue platicada por un testigo presencial:
Hace unos días en una escuela de Morelos estaba cubriendo (Salazar) la
visita del Presidente Fox. Unas niñas se acercaron con un cuaderno y
una pluma. El presidente tenía toda la intención de apuntarles
algo en el cuaderno, pero las niñas le dijeron: "no, no es para
usted. Es para Lalo Salazar". El Presidente le dijo: "ahí te
hablan Lalo"
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