Tres anuncios de la cruda: Alka Seltzer, Picot y Jiguja

Pocas cosas cargan con una dualidad tal como la cruda. Estar crudo es sentirse patéticamente mal por haberse sentido fantásticamente bien horas antes. Es haberse entregado sin reserva a la rumba y en la misma medida la cruda exige de uno la misma devoción.

Cuando se está crudo, poco más que mitigar los síntomas es lo que corresponde, claro que si es posible recordar instantes, puede valer la pena el malestar, si no, puede ser azotador el asunto.

Ya que la cruda se presta para juegos de palabras y chistes, se me ocurrió tomar tres anuncios publicitarios -de Huellas de la publicidad de Ibope- que la usan como tema central y pretexto, pero claro, en estos casos todos son productos salvadores de la terrible sensación. ¿Cómo se venden estos antídotos hablándonos de ella… la cruda?

Alka Seltzer

La propuesta creativa de Alka Seltzer (2003) es magistral: dos tomas, dos palabras, un concepto, toda una historia que no vemos y la certeza de un mensaje claro y contundente finamente dibujado en el pensamiento de millones.

Qué delicados son aquellos mensajes que hacen gala de la brevedad y la sencillez, y que de la mano de códigos culturales e incluso locales, como en este caso, dicen muchas cosas diciendo casi nada.

Picot

Picot (2007) elige un slide of life de poquísimos segundos para evocarnos también toda una historia anterior que queda a merced de nuestra imaginación, la de esas cosas de la desinhibición. El planteamiento, simple y llano, ubica a la sal de uvas como la única posible opción contra el supuesto malestar, pero más aún, contra el alivio la culpa. Distrae y puede hacer sonreír. Se le agradece.

Jiguja

Y apelando a enaltecer una de las bondades del producto, la bebida energizante Jiguja (2005) hace un retrato caricaturizado de un personaje que no existe en su presencia: la cruda. Tras su escena juguetona, aunque enmarcada en un cuadro de violencia y tortura, la marca invita a probar tal beneficio y a no dudar de su efectividad.

Javier Solórzano está de nuevo en la pantalla cultural, ahora con un show nocturno por OnceTV los viernes.

Lo observo en su nuevo espacio como león enjaulado. Necesita mayor libertad (y no me refiero a la censura, es una custión de dejarlo ser): sentarse en un escritorio para tirar sobre de él un montón de revistas y periódicos que pueda comentar, con varios teléfonos a la vista que estén listos para que contacte al momento (en forma planeada o de improviso) con quien se le venga en gana y con un equipo de producción que le ponga en pantalla (en imagen o en sonido) lo que se le “ocurra” para que Solórzano lo sazone. Más frescura pido.

Nunca hay que olvidar que Javier Solórzano nació en la televisión ejerciendo su derecho a opinar sobre política y asuntos sociales cuando nadie lo hacía porque estaba prohibido. Lo subrayo: nadie. Hablo de los ochentas. Antes nadie.

Y La Voz México es una excelente muestra de lo que es el origen y destino de El Canal de las Estrellas de Televisa: echar siempre la casa por la ventana, toda la carne al asador, para lograr el rating más abrumador posible.

Es el secreto del éxito del canal dirigido por tres generaciones de Azcárraga que han sabido muy bien la complejísima fórmula: tener en pantalla las historias más jaladoras representadas por los artistas que logran también mayor jalón con una mayoría de telespectadores.

No puede El Canal de las Estrellas andar con medias tintas, cuando lo hace siempre falla y requiere retirar sus piezas del tablero.

Y es que El Canal de las Estrellas no se puede dar el lujo de darle descanso a su público, tiene que ser una verbena de principio a fin, sin importar el horario. Requiere verse y sentirse siempre cargado de adrenalina. Los términos medios no son lo suyo. La calma no está en su bitácora, tampoco el relax.

Si baja el ritmo, corre el riesgo de que su audiencia cambie de canal. Debe subir siempre el volumen para llamar a la audiencia, aunque corra el riesgo de caer en excesos absolutamente criticables, como los talk shows vespertinos, tipo Laura Bozzo, y cierto tipo de programas de concurso.

La Voz México es de lo mejor que ha producido Televisa en últimas fechas. Gran contenido que impacta fuerte. Tiene como coaches nada más y nada menos que a Lucero, Alejandro Sanz, Alex Syntek y Espinoza Paz, el artista popular del momento.

Además, la producción es delirante. Aún así, sufren con el poder de La Academia de TV Azteca, el diamante de Salinas Pliego que en esta ocasión quedó contra la pared.